El debilitamiento del multilateralismo regional se expresa en la parálisis de foros como Mercosur, la Comunidad Andina (CAN) o la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que funcionan cada vez más como espacios de diálogo político que como instrumentos capaces de ejecutar decisiones y sostener políticas en el tiempo, según los analistas consultados por EFE.
Esta falta de operatividad ha dejado a Latinoamérica sin un centro de gravedad regional que articule respuestas comunes frente a crisis compartidas como Venezuela, Haití, Nicaragua, la migración o el avance del crimen organizado.
A ello se suma una fragmentación política marcada por ciclos electorales cortos, alta polarización interna y proyectos de Gobierno contrapuestos, que impiden construir agendas regionales de largo plazo.
Cada cambio de administración redefine la política exterior y deshace lo avanzado por el Gobierno anterior, lo que convierte a los bloques en reflejos de la coyuntura política antes que en herramientas estratégicas de integración, añaden los analistas.
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El desgaste de los organismos regionales también se refleja en su desconexión con las demandas sociales. Para Leandro Querido, director ejecutivo de la ONG Transparencia Electoral, los espacios de integración "se han transformado en burocracias pesadas, sin ninguna capacidad de gestión ni de resolución de problemas".
"Son instituciones que no han calado hondo en la realidad de América Latina, en la realidad de las distintas sociedades", sostuvo Querido, al señalar que hoy "la ciudadanía ve esos espacios como un gastadero de dinero, como la posibilidad de pagarle a algunos políticos algún tipo de retiro".
Esta percepción, añadió, da cuenta de una fatiga democrática que erosiona la legitimidad del regionalismo tradicional.
El Mercosur, pese a haber tenido aspiraciones económicas más ambiciosas, afronta una parálisis estructural atravesada por divergencias comerciales, tensiones ideológicas y discusiones prolongadas sin resultados concretos. La CAN subsiste como un mecanismo técnico, pero sin liderazgo político ni una visión estratégica común, mientras que la Celac opera fundamentalmente como un foro declarativo, sin secretaría permanente, financiación estable ni capacidad de resolución de crisis.
Para Querido, la Celac "tiene un sesgo ideológico muy marcado sí está en una crisis, podríamos decir, terminal".
El retroceso del multilateralismo regional se produce en paralelo a un desplazamiento del eje de poder hacia actores externos. China se ha consolidado como un socio comercial e inversor clave en infraestructura, energía y minería, mientras que EE.UU. alterna períodos de desinterés con respuestas defensivas en materia comercial, tecnológica y migratoria.
Eso, sumado a la ausencia de instituciones regionales fuertes, ha llevado a que los países latinoamericanos negocien cada vez más de manera bilateral con las grandes potencias, profundizando la fragmentación.
Este escenario se ve reforzado por un giro político en varios países y por la influencia del regreso de Donald Trump al poder en Estados Unidos.
"El rasgo quizás más acentuado que vemos desde el triunfo de Trump es que hay ahora Gobiernos de derecha que entienden este concepto de la batalla ideológica", dijo Querido, lo que marca un cambio en la forma en que estos liderazgos buscan articularse a nivel regional.
A diferencia de etapas anteriores, esta nueva derecha intenta construir redes políticas transnacionales. "Antes la derecha en América Latina actuaba con pocos niveles de vinculación regional", explicó Querido, quien considera que ahora "han copiado el modelo de acumulación política hemisférica que en su momento tuvo la izquierda en el 2000".
Mientras los grandes bloques pierden centralidad, emergen alianzas más acotadas y pragmáticas en cooperación bilateral en seguridad y migración, ejes energéticos o de infraestructura entre países vecinos y acuerdos orientados a resultados concretos.
Esta tendencia responde también a una ciudadanía que desconfía de los organismos regionales y prioriza problemas internos como la inflación, la inseguridad o la corrupción.
En este contexto de fragmentación, algunos organismos buscan reposicionarse. Querido destacó la Organización de Estados Americanos (OEA), en pleno cambo de gestión y, que, a su juicio, "sí va a tomar un protagonismo muy importante" ante eventuales transiciones democráticas en países como Venezuela, Nicaragua o Cuba.
El balance del último año es el de una región con menor cohesión y capacidad de influencia colectiva, más expuesta a las dinámicas de competencia entre potencias y con un multilateralismo regional que ya no funciona como eje ordenador, sino como reflejo de una integración en crisis.
