Ese tipo de cambios que prometen revolucionar el transporte por carreteras ya son una realidad para empresas transportistas en Brasil que están apostando por invertir en soluciones tecnológicas para mejorar su productividad y, de paso, reducir las emisiones contaminantes.
El reto no es menor para un país como Brasil, donde el transporte por carretera concentra 65 % de toda la carga movilizada en el país, lo que encarece no solo el coste de los fletes internos, sino que resta competitividad en las exportaciones.
Enviar soja desde Brasil a China puede llegar a costar 138 dólares por tonelada, un 86 % más que desde Estados Unidos y un 46 % más que desde Argentina, según datos de la Confederación Nacional de Agricultura (CNA).
La explicación para este desfase es la alta concentración del transporte por carreteras en Brasil, la falta de inversión en infraestructuras, una flota envejecida y también, a un problema de visión empresarial.
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"La ineficiencia logística en América Latina, no solo en Brasil, está muy ligada a un legado de cómo se percibe la cadena de suministro y la logística dentro de las empresas. En las últimas décadas, la logística y la cadena de suministro han terminado siendo vistos como el patito feo y como algo transaccional", explica Edson Guimarães, director ejecutivo para América Latina de LOTS Group, una empresa de soluciones tecnológicas para el sector del transporte.
Y aunque en los últimos años, a raíz de la pandemia, esta tendencia está cambiando, según Guimarães, "todavía no hemos tenido tiempo suficiente para transformar la logística y la cadena de suministro en algo estratégico para las empresas, para cambiar de manera amplia este tema de la eficiencia logística operativa".
La principal herramienta para revolucionar la eficiencia está viniendo de la mano de la tecnología.
Herramientas de geolocalización, optimización de rutas y programación de los tiempos de repostaje y mantenimiento, técnicas clave para ganar una carrera de Fórmula Uno, ahora también permiten ahorrar costes en cada trayecto de un camión de carga pesada.
Con estas mejoras operacionales, se puede incrementar la eficiencia entre un 25 % y 50 % usando "el mismo camión, en el mismo tramo y con el mismo tiempo", explica el director de LOTS Group, empresa del grupo Scania.
“Y eso, obviamente, trae beneficios desde el punto de vista financiero, con una reducción de costos, pero también un beneficio desde el punto de vista de la descarbonización, porque se está realizando prácticamente la misma operación con una máxima optimización de la operación logística”, comenta Guimarães.
La estrategia no se limita a la tecnología. LOTS entrena a conductores para que adopten una conducción más sostenible y más eficiente. Según Guimarães, se puede ahorrar hasta un 20 % de combustible con un buen entrenamiento dedicado a aprender a frenar o a tomar una curva.
Todos estos ahorros, unidos a cambios en las fuentes de combustibles, también pueden contribuir de forma importante para la reducción de emisiones en el transporte.
Con ese objetivo, el Gobierno brasileño está invirtiendo 260.000 millones de reales (49.000 millones de dólares) en el programa Combustible del Futuro, que busca desarrollar hasta 2037 un diésel verde, para eliminar las emisiones en el transporte.
Pero no hace falta esperar una década para introducir mejoras, y ya se pueden lograr reducción de emisiones con adaptaciones de la flota de camiones al biogás o con vehículos eléctricos.
Una de las principales iniciativas en este sentido, recién lanzada en Brasil con el apoyo de 17 empresas privadas, es un proyecto para electrificar la flota de camiones en la Vía Dutra, la carretera que une Río de Janeiro y São Paulo, por donde circula el 41 % del PIB de Brasil.
El plan es ambicioso: hasta 2030, cerca de 1.000 camiones eléctricos deberán cruzar diariamente la Vía Dutra.
Las ganancias financieras derivadas de una mayor eficiencia operativa pueden servir, además, para financiar la transición energética y "alcanzar la paridad de costes entre la logística verde y la logística tradicional a diésel".
“Lo fundamental es que la eficiencia está en manos de cada empresa. Si logramos escalar operaciones más productivas, la propia eficiencia paga la transición energética. Y, con más escala, la infraestructura se vuelve viable”, concluye Guimarães.
