Según informó la Asociación en su cuenta oficial de WeChat -semejante a Whatsapp, censurada en China-, el congreso reunió el 28 y el 29 de diciembre a más de 500 representantes del budismo chino procedentes de 31 provincias, regiones autónomas y municipios, además de delegados invitados, y contó con la presencia de altos responsables del aparato estatal de asuntos religiosos.
El nuevo consejo de supervisión se crea con el objetivo de fortalecer los mecanismos internos de control y garantizar el cumplimiento de las normas legales y administrativas que rigen la actividad religiosa en el país, en línea con las directrices oficiales de “gobernanza estricta” de los asuntos religiosos.
Zheng Ci, nacido en 1971 en la provincia central de Hubei y hasta ahora vicepresidente de la Asociación Budista de China, ocupa también cargos como presidente de la asociación budista provincial y abad de varios templos.
Tras su elección como presidente del consejo de supervisión, dejó su puesto en la dirección ejecutiva del organismo.
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La creación de este órgano se produce después de que en los últimos años varias asociaciones budistas locales establecieran estructuras similares, y en un contexto marcado por casos de corrupción y mala conducta en el clero que han generado un amplio impacto público.
El escándalo protagonizado este año por el antiguo abad del templo Shaolin, investigado por presunta malversación y sobornos, llevó a las autoridades religiosas y estatales a reclamar un refuerzo de los mecanismos de control y disciplina dentro de las instituciones budistas.
Las autoridades chinas sostienen que estas medidas buscan preservar la integridad del clero, evitar abusos económicos y garantizar que la práctica religiosa se ajuste al marco legal y a las políticas oficiales del país.
El budismo es una de las religiones más practicadas en China y está organizado bajo asociaciones oficialmente reconocidas por el Estado, integradas en el sistema de gestión de asuntos religiosos supervisado por el Partido Comunista de China (PCCh).
Este marco se aplica también a otras confesiones autorizadas, como el taoísmo, el islam, el protestantismo y el catolicismo, cada una con sus propias organizaciones nacionales reguladas por las autoridades chinas.
Las actividades religiosas deben desarrollarse dentro de estas estructuras oficiales, mientras que las prácticas no registradas o vinculadas a organizaciones extranjeras quedan sujetas a restricciones.
