Una marcha tambaleante, saltos fallidos o un brusco bamboleo de la cabeza suelen atribuirse a “torpeza” o a la edad en los gatos.
Sin embargo, la falta de coordinación —llamada ataxia por los veterinarios— rara vez es un rasgo de carácter. Detrás puede haber un abanico de causas médicas, algunas poco conocidas y otras fáciles de pasar por alto, que requieren diagnóstico oportuno.
La ataxia no es un diagnóstico en sí, sino un síntoma: el resultado de un fallo en el sistema nervioso (cerebelo, médula espinal, nervios periféricos) o en el sistema vestibular (oído interno y conexiones cerebrales), o bien de trastornos metabólicos que afectan el equilibrio y la fuerza.
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Identificar su origen es clave para orientar el tratamiento y el pronóstico.
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Lo que los dueños ven y lo que significa
Los signos que suelen disparar la alarma incluyen tambaleo, caída al girar, desorientación, movimientos oculares anormales (nistagmo), inclinación de la cabeza, plantigradia (caminar con los talones), incapacidad para saltar, temblores o “sacudidas” cuando el gato intenta alcanzar un objeto.

En otros casos, el animal simplemente parece menos seguro al desplazarse o se muestra reacio a moverse.
Para los veterinarios, la distribución de los signos ofrece pistas: una inclinación de cabeza con nistagmo sugiere un síndrome vestibular; temblores de intención y marcha “como borracho”, un problema cerebeloso; debilidad con caída de carpos o tarsos, una neuropatía periférica.
Pero las causas subyacentes son múltiples, y algunas sorprenden por su discreción.
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Causas poco conocidas… pero no raras
- Déficit de tiamina (vitamina B1). Una dieta casera desequilibrada, alimentos con alto contenido en tiaminasas (como ciertos pescados crudos) o el uso de alimentos húmedos mal almacenados pueden precipitar una carencia de B1. Los gatos con déficit de tiamina pueden presentar ataxia, pupilas dilatadas, convulsiones y ceguera cortical. Es una urgencia tratable: la suplementación precoz puede revertir los signos neurológicos.
- Toxicidad por metronidazol. Este antibiótico/antiprotozoario, usado en diarreas, puede causar efectos neurológicos en gatos sensibles o a dosis altas o tratamientos prolongados: ataxia, nistagmo, letargo. Suspender el fármaco y, en algunos casos, administrar diazepam facilita la recuperación. Es una causa iatrogénica que se confunde con enfermedad vestibular idiopática.
- Hipopotasemia en enfermedad renal crónica. El potasio bajo provoca debilidad muscular y una postura característica: ventroflexión cervical (el gato baja la cabeza y le cuesta levantarla), plantigradia y marcha inestable. La corrección del potasio y el manejo de la enfermedad renal mejoran el cuadro.
- Polineuropatía diabética. En gatos con diabetes mal controlada, el daño nervioso periférico genera plantigradia, debilidad y tropiezos. El control glucémico y, en algunos casos, suplementos de vitamina B12 (metilcobalamina) ayudan a la recuperación, aunque puede tardar semanas o meses.
- Otitis media/interna y pólipos nasofaríngeos. Más allá de la simple “suciedad en el oído”, infecciones profundas o pólipos inflamatorios (frecuentes en gatos jóvenes) alteran el sistema vestibular: inclinación de la cabeza, nistagmo, ataxia y, a veces, parálisis facial. El tratamiento combina antibióticos de largo curso o cirugía para extirpar pólipos.
- Encefalopatía hepática por shunts portosistémicos. Desviaciones vasculares congénitas o adquiridas impiden que el hígado detoxifique, lo que afecta al cerebro: desorientación, ataxia, episodios posprandiales y conductas extrañas. Las pruebas de ácidos biliares y la ecografía orientan el diagnóstico; la cirugía o la dieta específica pueden ser decisivas.
- Hipertensión y ceguera aguda. La presión arterial alta, ligada a enfermedad renal o endocrina, puede causar desprendimiento de retina y ceguera repentina. El gato “choca” y parece torpe, aunque el problema es visual. Detectarla temprano permite salvar visión y prevenir accidentes.
- Toxoplasmosis y otras infecciones. Toxoplasma gondii, coronavirus mutado (PIF neurológica), criptococosis y bartonelosis pueden afectar al sistema nervioso central. Los signos incluyen ataxia, cambios de comportamiento, fiebre y uveítis. Requieren pruebas específicas y tratamientos prolongados.
- Enfermedades cerebelosas del desarrollo. La hipoplasia cerebelosa en gatitos expuestos al parvovirus felino (panleucopenia) durante la gestación genera ataxia de por vida, pero no progresa ni causa dolor. Menos conocida es la abiotrofia cerebelosa, una degeneración hereditaria que puede aparecer más tarde y empeora con el tiempo.
- Trastornos autoinmunes y de la unión neuromuscular. La miastenia gravis felina, aunque infrecuente, ocasiona fatiga marcada, colapso tras el ejercicio y, a veces, megaesófago. Se diagnostica con anticuerpos anti-receptor de acetilcolina o pruebas farmacológicas, y responde a anticolinesterásicos y control de la causa subyacente.
- Accidentes cerebrovasculares y eventos isquémicos. Los “strokes” felinos existen y pueden debutar con ataxia focal, inclinación de cabeza o déficits neurológicos súbitos. La hipertensión y la enfermedad cardiaca son factores de riesgo. La resonancia magnética ayuda a confirmar la sospecha.
- Intoxicaciones domésticas inadvertidas. Piretroides de uso canino aplicados accidentalmente en gatos, ingestión de plantas neurotóxicas o exposición a solventes pueden traducirse en temblores y ataxia. La historia ambiental es crucial para orientar el tratamiento.
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¿Por qué se pasan por alto?
Varios de estos trastornos se manifiestan de forma intermitente o sutil, y los gatos, expertos en ocultar dolencias, compensan hasta que la descoordinación es evidente.

Además, algunos signos se confunden con problemas conductuales o de visión, y la exploración neurológica felina exige tiempo y familiaridad. Sin pruebas específicas —desde analíticas metabólicas hasta imágenes avanzadas—, el origen real puede permanecer oculto.
No hay estadísticas precisas sobre la prevalencia de cada causa, pero veterinarios clínicos coinciden en que la ataxia por origen metabólico (hipopotasemia, déficit vitamínicos, hipoglucemia) y por oído interno está infradiagnosticada respecto de las causas puramente cerebrales.
Tratamientos y perspectivas
El abanico terapéutico es tan amplio como las causas: desde suplementos de vitaminas y corrección de electrolitos hasta antibióticos de larga duración, cirugía de pólipos o shunts, fármacos inmunomoduladores y fisioterapia.
En intoxicaciones, retirar la exposición y aplicar cuidados de soporte suele ser suficiente. En enfermedades degenerativas, el objetivo pasa por el manejo de la seguridad y la calidad de vida: adaptar el entorno, usar areneros de borde bajo, alfombras antideslizantes y escalones para sofás o camas.
El pronóstico varía: la hipoplasia cerebelosa, por ejemplo, permite vidas largas y plenas con ajustes en el hogar, mientras que una PIF neurológica o una abiotrofia cerebelosa tienen desenlaces más reservados.
Causas metabólicas y carenciales, si se tratan a tiempo, tienden a resolverse o mejorar notablemente.
Qué deben hacer los dueños
- No normalizar la torpeza repentina. La aparición súbita de descoordinación, inclinación de cabeza, nistagmo, caída o ceguera es un motivo para consultar de inmediato.
- Evitar medicar por cuenta propia. Fármacos comunes en perros pueden ser peligrosos para gatos.
- Revisar la dieta. Las dietas caseras o monoproducto requieren supervisión profesional para evitar carencias.
- Observar el entorno. Identificar posibles tóxicos, productos antipulgas inadecuados o plantas peligrosas.
La ataxia en gatos es una señal que pide atención, no resignación. Detrás de un paso vacilante puede haber un problema tratable. La clave está en mirar más allá de la “torpeza” y abrir la puerta a un diagnóstico certero.
