Por las restricciones que se imponen en la cuarentena sanitaria, las procesiones están prohibidas para evitar la aglomeración de personas.
Pero eso no evita que Evelia Velázquez enseñe a sus nietos a seguir la tradición, iluminando la muralla de su casa y dando el ejemplo a sus vecinos del barrio Kennedy de Caacupé.

La elaboración de los candiles tiene su arte. El trabajo comienza con la búsqueda de una fruta como pomelo, apepu o naranja hái.
La fruta es cortada por la mitad, dejando solo la corteza como una vasija o cuenco vegetal. En el medio se fija un trozo de piolín con un poco de barro que servirá como mecha.
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Luego se derrite sebo o grasa de vaca para vertir dentro de los candiles, dejando que salga un extremo del piolín. Una vez que la grasa se enfría, queda solidificada y el candil está listo para usarse. El fuego dura entre tres y cuatro horas.
La iniciativa recuerda al yvága rape de Tañarandy, donde cada Viernes Santos se encienden más de 20.000 candiles preparados por los vecinos.
