Al fondo de una precaria, pero cálida vivienda, entre el humo de la leña para la olla popular y el cacarear de las gallinas, niños del barrio Caacupemí del Bañado Sur reciben desde hace un año apoyo escolar. La educadora y psicóloga Cira Novara está a cargo de este proyecto con un grupo de voluntarias.
Novara cuenta que trabajando en las ollas populares, en abril de 2020 vieron la preocupación de las madres, que no podían ayudar a sus hijos con las tareas que, suspendidas las clases presenciales, recibían por WhatsApp. Entonces crearon un espacio en la vereda de la casa de la vecina Kimberly Samaniego. “Primero era para apoyo escolar, pero a medida que venían los niños y las niñas, nos percatamos que no sabían leer ni escribir”, relató Novara, quien decidió conversar con las madres y las maestras y acordó que los chicos no harían las tareas que el Ministerio de Educación mandaba, sino que ella les enseñaría lectoescritura y pasaría informes. Un año después, “el mayor logro es la autovaloración. Los niños y niñas venían con una autoestima muy baja y aprendieron que sí son capaces. Eso contribuyó a que puedan aprender a leer, escribir y sumar. Y generó mayor respeto entre ellos”, cuenta la educadora. Ahora las clases ya son en una piecita a medio construir, que Samaniego puso a disposición al fondo de su casa. Allí, sin puertas ni ventanas, pero con candor, unos 40 chicos estudian los martes, jueves y sábados durante una hora. El proyecto de da gracias a la solidaridad de la gente.
Entretanto, en el bañado Norte, a orillas de la Laguna Pytã, en la comunidad Sander, el profesor de guaraní Edgar Villalba montó mediante donaciones una precaria carpa. Debajo de ella enseña a unos 50 niños. Este proyecto comenzó hace unos 15 días. Villalba, que terminó sus estudios mediante su trabajo de reciclador, afirma que el objetivo es que los niños puedan “surgir”.
“Para mí es un compromiso, creo que los niños tienen un potencial inmenso y que lo que precisan es el estímulo y el contexto adecuado”, dice Novara. Villalba se siente orgulloso de ser maestros, “no pido nada para mí, sino para los niños de mi comunidad, que necesitan ayuda”, dice.
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