Pide a políticos honestidad y dejar a hombres escombros

La obra salesiana ha tenido una trascendencia fundamental en estos 125 últimos años de la historia del Paraguay, afirma el cardenal Cristóbal López, más conocido como “Pa’i Cristóbal”, que ejerce como arzobispo de Rabat, en Marruecos. En esta entrevista, en un pasaje de su corta estadía, reflexiona sobre la pandemia, los políticos y la gente.

El cardenal Cristóbal López, en la Parroquia Domingo Sabio.
El cardenal Cristóbal López, en la Parroquia Domingo Sabio.Archivo, ABC Color

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–¿Cómo encontró al país casi 20 años después? Visitó a sus amigos, reconoció las instituciones...

–Es muy agradable venir a encontrarse con tantísimas personas queridas con las que he trabajado codo a codo, con las que he compartido penas y alegrías. Es un cúmulo de emociones. Yo sabía que mucha gente me quería en el Paraguay, pero no me imaginaba hasta qué punto...

–¿Qué opinión le merece el comportamiento de la política, los políticos...?

–Que hagan un esfuerzo y practiquen la honestidad teniendo como guía las palabras del Evangelio, que nos dé fuerzas para luchar contra la corrupción, para dejar atrás los hombres escombro y que prevalezca el hombre nuevo que nos saque del infortunio...

–Usted vino para la celebración de los 125 años de la presencia salesiana en el Paraguay, pero la pandemia no le permitió celebrar misas multitudinarias...

–Es una lástima que no se permite tener celebraciones sin límites, por ejemplo tener una misa en el Santuario de María Auxiliadora con 500 o 1.000 personas. Es imposible hacerlo por la pandemia. He visto que muchas familias han sufrido, muchas comunidades diezmadas, y esta dimensión festiva también adquiere una dimensión de solidaridad en el dolor y en el sufrimiento.

–¿Cuál es la obra que han dejado los salesianos?

- Es claro que la obra salesiana ha tenido una trascendencia fundamental en estos 125 últimos años de la historia del Paraguay, sobre todo la obra educativa, la educación en la fe, los métodos de evangelización, como por ejemplo el servicio al peregrino en Caacupé, la unión de lo que es la educación en el tiempo libre y la catequesis, los oratorios salesianos; muchas cosas, como la formación profesional, los deportes, que ahora son del patrimonio común de la Iglesia y del Paraguay...

–En Ciudad del Este hay todo un monumento al pa’i Coronel, en Concepción otro gigante a María Auxiliadora...

–Minga Guazú (de Alto Paraná) es una comunidad salesiana. En su escudo le tiene a María Auxiliadora. La fecha de nacimiento del pa’i Coronel es día feriado. Todo lo que fue la apertura hacia el este fue impulsada a través del pa’i Coronel. Cuando todavía Ciudad del Este prácticamente no existía ya se estaban abriendo caminos a derecha e izquierda de la ruta nacional a iniciativa de él; de ahí su nombre: “Minga Guazú”: el pa’i Coronel y sus famosos mingueros. Pero también está el Instituto Agronómico “Carlos Pfannl” de Coronel Oviedo, una escuela agrícola pionera. Pude saludar el otro día a uno de sus exalumnos que llegó a ministro de Agricultura. En las explotaciones agrícolas y ganaderas, adonde vaya, uno se puede encontrar con antiguos alumnos de “Carlos Pfannl”.

–Usted hizo en estos días una consideración especial de Concepción, una ciudad identificada con los salesianos al que Stroessner vetó en la visita de Juan Pablo II (1988).

–Elegí Concepción, primero porque tenía ganas de conocer el monumento a María Auxiliadora que se construyó (a la entrada de la ciudad) habiendo dado yo el permiso, pero sin haberlo podido contemplar directamente. Pero segundo, porque Concepción ha sido siempre una ciudad un poco relegada, sobre todo durante el stronismo. Recuerdo muy bien que siendo miembro de la comisión central de la organización de la visita de Juan Pablo II al Paraguay, luchamos para incluir en el programa una visita a Concepción. El Gobierno se opuso frontalmente alegando que la pista de aterrizaje no estaba en condiciones. Pero lo que no querían era darle el gusto a monseñor (Aníbal) Maricevich (una de las pocas voces públicas de la época críticas al régimen). Lo que (Stroessner) no quería era que la ciudad de Concepción estuviese expuesta ante los ojos del mundo, como lo estuvieron Villarrica y Encarnación o Mariscal Estigarribia. En mi pobre aporte, lo que hice fue un homenaje, un intento de resarcimiento de aquel agravio que se le hizo a Concepción. Y creo que se consiguió. En palabras de su actual obispo, monseñor Cabello, me dijo que era la primera vez en la historia que un cardenal visitaba Concepción. Yo no tenía presente ese aspecto pero así lo debieron entender porque me acogieron el intendente, el gobernador, el presidente de la Junta Municipal y, por supuesto, el obispo de la Diócesis. Así que estoy muy contento de haber hecho esa visita...

–Tiene el monumento más grande del país (a María Auxiliadora), algo así como el Cristo Redentor en Brasil...

–Concepción fue la segunda obra salesiana más grande después de Monseñor Lasagna (en Asunción). En el 1900, cuatro años después de empezar la presencia en Paraguay, los salesianos ya se fueron a Concepción. Abrieron un colegio, un oratorio que con el tiempo se convirtió también en parroquia. Hoy es enorme. Ha dado origen a siete u ocho parroquias diferentes. Lo que fue un pequeño colegio, ahora son cuatro grandes colegios. Y sobre todo Concepción fue la puerta de entrada al Chaco, un lugar estratégico. El primer obispo de Concepción fue el primer salesiano paraguayo: monseñor Emilio Sosa

Gaona, un hijo de ministro, sobrino y tío de dos presidentes de la República. Después tuvimos a monseñor Zacarías Ortiz (fallecido el 6 de enero de 2020), también obispo de Concepción. Es una ciudad salesiana por donde se la mire...

–En estos tiempos es difícil concebir símbolos de la Iglesia como monumentos públicos. Es más, está prohibido..

–Bueno, una sana separación de la Iglesia del Estado es siempre benéfica. Son dos entidades diferentes que tienen que respetarse mutuamente. No pueden estar fusionadas. En otros tiempos quizás la Iglesia tutelaba al poder civil pero eso ya no corresponde. El poder civil es mayor de edad y tiene que hacer las cosas a su modo y manera. Los cristianos tienen que influir a través de las instituciones civiles, la política, las organizaciones sociales, las empresas, todo lo que está al alcance: la cultura, la educación... No se piden excepciones ni privilegios. Los que exigen sus derechos son los ciudadanos en una sociedad mayoritariamente cristiana...

–La ola antirreligiosa fuerte fuera del país, pero en las redes sociales hay cada vez más mensajes de odio...

–No he tenido tiempo de palpar eso en Paraguay, pero en general, todo lo que sea oposición irracional, insulto, lucha estéril no conduce a nada y es rechazable. Yo creo que la Iglesia no tiene que imponerse sobre nadie, pero tampoco nadie tiene derecho a quitarle a los cristianos, como ciudadanos que son, el derecho a participar y a decir y a proponer lo que ellos piensan que es más conveniente. Nunca son buenos los enfrentamientos..

–Cómo es en Marruecos, donde vive...

–En Marruecos (de mayoría musulmana), los cristianos somos el 0,08%, es decir, nada de nada, y sin embargo estamos contentos porque trabajamos codo con codo con los musulmanes. Ellos son muy distintos a nosotros, pero tienen muchas cosas en común también. Lo que yo puedo hacer es un llamado a trabajar juntos, en comunión por el bien del país, en base al respeto, rechazando la virulencia, el insulto, todo lo que es destructivo para la sociedad...

–¿Es posible hablar de integración religiosa?

–Sí, se puede dar. Es perfectamente posible vivir en amistad entre musulmanes y cristianos, trabajar juntos por hacer un mundo mejor. En lugar de levantar muros, de hacer trincheras es más beneficioso tender puentes para sumar y no restar; multiplicar y no dividir. Es perfectamente posible coordinar, sumar fuerzas en bien del pueblo y buscando el bien común. Eso lo vivimos en Marruecos, no de una manera perfecta, pero muy aceptable.

–¿Se puede conquistar prosélitos en esos ambientes no muy favorables para los católicos?

–Nosotros rechazamos todo proselitismo. No estamos para conquistar, para competir. Cristianos y musulmanes no somos la Coca Cola y la Pepsi Cola que se disputan el mercado intentando arañarle un 5% o 10% al contrario. Somos hermanos, diferentes porque cada uno es cada uno como en toda familia, pero como hermanos estamos llamados a trabajar juntos por el bien común en la diversidad. Unidad en la diversidad no se opone una cosa a la otra. El objetivo es que en el mundo reinen la paz, la justicia, la libertad, la vida, la verdad y sobre todo el amor. Son los valores que definen el reino de Dios. Y Dios reina cuando hay paz, cuando hay libertad; Dios reina cuando hay verdad y no mentira ni corrupción. Dios reina cuando la vida es respetada desde el momento de su concepción hasta su final natural. Entonces, musulmanes y cristianos trabajamos juntos por ese mundo que nosotros le llamamos Reino de Dios. Ellos (los musulmanes) no utilizan esa expresión. No forma parte de su vocabulario pero dicen: “Un mundo como Dios lo quiere”, “vamos a hacer juntos un mundo nuevo según la voluntad de Dios”. Que haya más o menos cristianos, eso ya no nos compete. Es cuestión de Dios. El objetivo de la Iglesia no es conseguir más adeptos. La Iglesia no tiene clientes. La Iglesia tiene integrantes. Entonces es interesante estar en Marruecos siendo nosotros una minoría absoluta, pero trabajando por el Reino de Dios.

–Esta pandemia dispersó más a la feligresía, un año y medio sin poder ir a la misa libremente. Los ingresos de las parroquias se redujeron al mínimo...

–Hay un chiste que cuenta que el diablo le decía, entre risas a Dios, “Te he cerrado con la pandemia todas las Iglesias”, y Dios le contestaba: “No, no. Lo que ha ocurrido es que cada hogar se ha convertido en una Iglesia”. Los cristianos hemos podido descubrir que cada familia es una Iglesia.

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