La celebración central en honor a la Virgen del Paso de Itapé estuvo marcada este año por un mensaje que trascendió lo estrictamente religioso. Durante su homilía, el obispo Miguel Ángel Cabello puso el acento en las profundas brechas sociales que afectan al Paraguay y llamó a una reflexión colectiva sobre el uso y cuidado de los bienes que pertenecen a todos.

Bajo el lema “Celosos del bien común”, el prelado explicó que este concepto no debe entenderse como una idea abstracta reservada a especialistas, sino como una realidad concreta que impacta directamente en la vida cotidiana de las personas.
Entre los ejemplos citados, mencionó la tierra, señalando que “Dios la ha dado para todos”, pero que en la práctica persiste una fuerte concentración, generando conflictos, violencia y exclusión, incluso afectando derechos ancestrales de comunidades indígenas. La falta de acceso a una vivienda digna fue otro de los puntos destacados.
El obispo también se refirió al agua como un elemento vital, remarcando que numerosas comunidades aún no cuentan con agua potable o reciben agua contaminada. A esto sumó la problemática del aire y del medio ambiente, afectados por la deforestación y la explotación irracional de los recursos naturales.
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La homilía incluyó un llamado de atención sobre necesidades básicas insatisfechas, como la alimentación, la salud, la educación y el trabajo. Cabello lamentó que muchos niños y jóvenes sufran subalimentación, lo que limita sus posibilidades de estudiar, trabajar y desarrollarse plenamente.
En el ámbito de la salud, sostuvo que el acceso a una atención rápida y eficiente es un derecho de todos y debe ser una prioridad del Estado. En cuanto a la educación, la definió como un pilar fundamental para formar ciudadanos protagonistas de su propio crecimiento y del desarrollo social.
El trabajo ocupó un lugar central en el mensaje. El obispo subrayó que no solo es un medio de subsistencia, sino también de realización personal, y recordó la identidad productiva del Guairá, históricamente ligada a la caña dulce y la yerba mate, sectores que —dijo— deben ser protegidos con salarios justos y dignos.
Uno de los ejes más contundentes de la homilía fue la responsabilidad compartida en el cuidado del bien común. Por un lado, afirmó que cada ciudadano debe respetar y proteger los bienes que benefician a todos. Por otro, apuntó directamente al rol del Estado y de las autoridades.

Cabello recordó que las autoridades fueron elegidas para administrar los recursos públicos con responsabilidad, honestidad y justicia. En ese marco, advirtió que prácticas como el prebendarismo, la corrupción, los negociados y el uso indebido de los bienes públicos son incompatibles con la función pública.
El obispo reconoció el servicio de las autoridades, pero enfatizó que su misión principal es servir al pueblo y garantizar que a nadie le falten los bienes esenciales. Cuando esto no ocurre, afirmó, se produce lo que la ciudadanía percibe como “ausencia del Estado”.
Finalmente, Cabello instó a no permanecer indiferentes y a comprometerse activamente con la defensa del bien común. “Si no lo cuidamos, destruiremos todo lo que tenemos y nos destruiremos a nosotros mismos”, advirtió, cerrando su mensaje con un llamado a la esperanza.
