Con la presencia de la actriz brasileña Regina Duarte, este viernes se realizó un panel en el marco del inicio de la asamblea anual de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), en la ciudad de San Pablo, Brasil. El evento es conocido como la más importante sesión de medios de prensa de América.
Considerada por muchos como la actriz de telenovelas más grandes del Brasil, Regina Duarte (65) fue la estrella principal de recordados culebrones, dando vida a entrañables personajes como el de la viuda Porcina, de “Roque Santeiro” (1985); Raquel Accioli en “Vale todo” (1988) y el de Helena Camargo Varella, de “Páginas de la Vida” (2006), todas emitidas en la televisión abierta paraguaya.
“Mi posición siempre será mi apoyo total a la más plena libertad de prensa, a las libertades religiosas y culturales; son valores innegociables. No existe un ser casi libre: existe el ser o no ser libre”, fueron las primeras palabras de la reconocida actriz, en una mesa moderada por Modera Patricia Kogut, de O Globo; Edgardo Martolio, de la revista Caras (Brasil); Ellyn Angelotti, Poynter Institute ST Petersburg, periodista y docente, y Tais Gasparian, abogada.
“La libertad causa muchos problemas a veces, pero sin ella es impensable”, dijo la actriz. Y, según su experiencia, la libertad no se negocia. “La prensa me ha tratado bien, en líneas generales, de manera participativa y casi elegante. Hay algunas excepciones –que no voy a mencionar–, pero ocurrieron cuando la prensa se torna ideológica, cuando se cree con derecho de patrullar mi pensamiento de forma parcial, cuando sacan de contexto lo que digo, engañan, y venden en el sentido lo que el lector quiere. Claro que golpea, y cuando golpea, es natural que uno reclame respeto a ciertos límites y control”, añadió.
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Sobre su relación con los ‘paparazzi’, Duarte reconoció que muchas veces la sorprendieron en lugares públicos donde no quería que la vieran, “pero aparecen con sus megalentes, se esconden, hacen la foto y corren rápidamente, con sus nuevas tecnologías.
La estrella brasileña remarcó que quienes consumen ese tipo de materiales, buscan disfrutar de la vida familiar de una estrella, de una famosa. “Es como mirar a través de una cerradura. Yo diría que esas personas son víctimas de una curiosidad patológica y eso es una tragedia. Son personas que se alimentan de lo que viven los demás, eso es amarillismo”, sentenció.
“El periodismo es indispensable para investigar, aclarar, criticar, autocriticar, para perfeccionar la calidad de vida. Pero perseguir a las personas famosas, y cobrar por eso, no me gusta. No me gusta ser famosa, así como dice Woody Allen”, aseguró.
Sobre la protección a la vida privada, la brasileña asegura que la ley, en estos días, es “palabra muerta”. “Hice una pequeña encuesta acerca de quién nos protege: está la Constitución, que dice que la intimidad es privada, inviolable, y estamos protegidos, pero creo que en este momento eso es palabra muerta”.
“La prensa mundial ha avanzado mucho en proteger este derecho constitucional. Otra historia es que el internauta quiere tener la posibilidad de controlar libremente”, afirmó.
Fue allí cuando aseguró que “el mejor control de los medios es el control remoto”. “Que hubiera pasado si no tuviéramos prensa libre. Y tendremos que vivir con sus defectos, antes que vivir sin ella”.
Edgardo Martolio, editor de la revista CARAS en su edición brasileña, narró una anécdota que ilustra la distancia entre la protección de la intimidad y la libertad de prensa.
“Una vez trajeron a Ornella Muti –actriz italiana– a hacer fotos en la isla de CARAS, Brasil; vino con un nuevo novio de Italia. Ella pidió e insistió todo el tiempo en que no le tomaran fotos con el nuevo novio, porque le iban a invadir la privacidad, repetía una y otra vez. CARAS aceptó el pedido, no hizo ninguna foto”, señaló.
“Al tercer día una de las asistentes dijo que había una canoa que estaba instalada frente a la isla desde hacía dos días. Y que no parecían pescadores. Fueron por detrás, con otra canoa, y –para su sorpresa– se encontraron en la canoa con un paparazzi italiano que la misma Ornella Muti trajo de Italia para sacarle fotos a ella con el nuevo novio y venderlas después en Italia”.
"Me sentí un estúpido”, confesó el editor. “Habíamos estado protegiendo la privacidad e intimidad de ella, y ella se hacía sacar las fotos por un paparazzi para después venderlas”.
Según Martolio, entonces, “los famosos usan la prensa como una vela”. “Cualquier movimiento fuera de la línea puede quemar: si sacamos fotos se enojan; si no sacamos, también se molestan”.
