El ocaso de una joven vida

Cuando Félix anunció que saldría de fiesta con unos amigos, ninguno de sus seres queridos imaginó que sería la última vez que lo verían. A sus 21 años, la incipiente vida de este joven artista se apagó de la forma menos pensada: en una pista de baile.

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Todos sabemos y repetimos constantemente que la muerte es lo único seguro, porque nos llegará a todos en algún momento, sin anunciarse. Pero aunque todos decimos conocer esta verdad, lo cierto es que nadie está lo suficientemente preparado para soportar el dolor de una despedida tan repentina. Menos aún, cuando la que se apaga es una una vida que apenas estaba comenzando a levantar vuelo.

Amante de la música

A sus 21 años, Félix Eduardo Espínola Mereles tenía una gran pasión: la música.

Según el relato de fuentes cercanas al entorno familiar, el joven desarrolló una auténtica pasión por el arte, y dedicaba horas enteras a entrenar su voz, el instrumento que eligió para echar a andar su expresión artística.

Su colegio, el Técnico Javier, fue una plataforma fundamental para él e n este sentido, pues allí tuvo la oportunidad de integrar el Coro Jesuita de la institución, donde además de cantar, aprendió a tocar la armónica, instrumento que amó mucho. 

Quienes lo conocieron de cerca aseguran que su pasión por el arte no le dejaba espacio a otro tipo de pasatiempos, como las bebidas o el cigarrillo, por lo que en general lo recuerdan como un chico amante de los deportes. Además de la música, también se hacía de tiempo para practicar un poco de básquetbol.

Si bien soñaba con foguearse como un cantante, también eligió encaminar su vida hacia el ámbito universitario, por lo que al terminar el colegio, ingresó a estudiar Ingeniería.

Mal congénito

Más allá de los momentos felices y de que en apariencias pudiera calificársele como un chico normal, Félix, como muchos, llevaba la marca de una gran herida en su corazón. Hacía muy poco tiempo había perdido a su madre, quien partió a consecuencia de un infarto.

En medio del dolor de la pérdida, la familia nunca imaginó que Félix, tan lleno de vida, también pudiera padecer una afección cardíaca.

Tristemente, fue tarde cuando se dieron cuenta del inconveniente que afectaba a este joven que apenas empezaba a vivir.

La noche que Félix imaginaba apuntaba a ser como cualquier otra de fin de semana: baile, diversión y risas entre amigos. Esa tarde, él había jugado un poco de básquet, y luego de bañarse, acordó con su grupo encontrarse en una discoteca a pasar una noche de celebración.

Pero los planes se vieron truncados por un inesperado desvanecimiento de Félix en la pista de baile de una discoteca. 

Pese a los primeros auxilios, nada se pudo hacer por salvarle la vida al chico. La autopsia posterior determinó que Espínola tenía un corazón más grande de lo normal, debido a un problema congénito, por lo que la causa de muerte fue un infarto fulminante.

Consuelo en los recuerdos

Aunque el pesar es inconmensurable, sus amigos, compañeros y familiares decidieron despedirlo como lo que él era, un campeón, según ellos lo calificaron.

Con fotografías y vídeos en donde interpretaba canciones, lo recordaron y homenajearon en un emocionante adiós en el que, aunque no se pudieron evitar las lágrimas, quedó el consuelo de haber conocido a un joven que dio a todos una gran lección: disfrutar de la vida hasta el último segundo.

 

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