Ni olvido ni perdón

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El reclamo de “ni olvido ni perdón” planteado el viernes último por la joven Emily Acuña durante la celebración del Día de la Independencia, en la Plaza de Armas de Encarnación, suena como una propuesta audaz y revolucionaria. Exigir memoria, exigir justicia, exigir castigo para quienes se embolsan los recursos mientras el país entero se debate en una lucha contra el covid-19 suena hasta temeraria en una sociedad que se acostumbró a ser permisiva con la corrupción de los poderosos.

En un ambiente en el cual la cobardía social supera infinitamente a la indignación individual ante los hechos de corrupción pública o privada, una propuesta como la de esta joven suena hasta utópica. Convivimos sin mayores conflictos existenciales con contrabandistas, lavadores de dinero, traficantes de drogas, comerciantes de influencias, proxenetas de la justicia.

Ni perdón ni olvido a los corruptos, a quienes se aprovechan para llenar sus bolsas mientras el resto del país se debate sin los recursos necesarios en una lucha a muerte contra un mal que tiene al mundo entero de rodillas, pidió la joven.

Demasiado rápido olvidamos a quienes estafaron con la provisión de insumos, de equipos, de los medicamentos que ahora están haciendo falta para salvar vidas. Muy pronto olvidamos a los mercaderes de la muerte.

Muy a menudo somos implacables con el ladrón de gallinas, pero toleramos con facilidad los actos de corrupción cometidos por los grandes ladrones de guantes blancos. Mientras los primeros pululan en las cárceles, los segundos ocupan cargos en los poderes del Estado.

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Paradójicamente, muchas veces con el concurso de la propia gente que luego sufrirá las consecuencias de su desacierto al votarlos.

El reclamo de esta joven sintetiza con simpleza y claridad el sentir de miles de compatriotas que hoy sufren en carne propia las consecuencias de la corrupción, un virus más letal y voraz que el que hoy se está cobrando cientos de víctimas.

El virus de la corrupción instalado en el tejido social que se alimenta en la ignorancia ciudadana, se expande y fortalece ante la inacción ciudadana y para el cual no acertamos a encontrar antídoto, inconscientes de que ese antídoto precisamente se encuentra en la propuesta arriba mencionada.

jaroa@abc.com.py