Se posiciona en el corredor de la largada. Se mueve, está nervioso y ansioso. Mira a los otros, se mira. Los religiosos de persignan. El inicio de la maratón es el comienzo de un periplo fascinante: Si bien los fondistas están acompañados por las muestras de afecto de amigos y familia y de desconocidos a lo largo del trayecto, se encuentran concentrados, con la única compañía de su ellos mismos. Se encuentra solo desde la largada.
El conteo
Concentrado, atento, aunque pueda estar con su grupo de entrenamiento, intenta no perder cada momento de emoción que le depara la largada. Sabe que cuando se da la señal de comienzo y el reloj electrónico inicia el conteo, los primeros pasos se efectúan de manera lenta dada la gran cantidad de participantes del maratón. Pasos que se incrementan en velocidad y se transforman en trote y del trote a correr en la medida que los metros avanzan. El maratonista concentrado, escucha los rumores de su cuerpo, los latidos del corazón, estará alerta a sus tensiones, a los dolores musculares, a su emoción, a cada uno de los recuerdos que su mente alterna a lo largo de su trayecto: palabras de los cónyuges, la figura de los hijos que se transforma en estimulante, los muertos queridos. Estará atento a relajar el paso, cambiar mecánicas de movimiento, relajar braceo.
Se emociona cuando pasa y alienta a un corredor ciego o en silla de ruedas, estimula a quien ha parado su corrida con visibles signos de cansancio (las manos que se agarran de la cintura), a veces saluda a alguien que lo alienta en el recorrido, otras, estará súper concentrado. Se prende en un grupo que lleva su ritmo y así le tiran unos kilómetros marcándole el paso. Intenta caminar unos pasos cuando para en un puesto de hidratación y bebe tanto agua como alguna bebida isotónica, ha aprendido que debe caminar porque las veces que intento correr y tomar al mismo tiempo, terminó empapándose y el agua -más allá de la transpiración-, pesa y molesta en el transcurso. Pero, sin embargo, hasta hace 20 años atrás era contraindicado hidratarse mientras que se corría tanto en carrera como en entrenamiento.
Lo cierto que el corredor de fondo se encuentra solo. Solo con su alma, con su cuerpo, su estrategia y su emoción. Para los amateurs, los primeros diez km. brindan la esperanza de hacer una buena carrera, hacen a la ilusión de bajar los tiempos, siempre y cuando el paso se regule y reste el suficiente aire para los próximos 20. Una meta importante es llegar a la media maratón, aunque para la compleja mente humana este punto es una bisagra para ver el vaso medio lleno o medio vacío: o se dice ¡Vamos que ya recorrimos la mitad! o ¡Nos falta la mitad de la carrera! También, es una denuncia de la forma de actuar del maratonista en su vida, o se tiene una predisposición negativa o positiva.
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Si no llueve es fantástico. La lluvia si bien refresca, moja indefectible la ropa del corredor, principalmente sus zapatillas y medias. A lo largo del trayecto además que las zapatillas están pesadas, el algodón de las medias mojadas termina acabando con los restos de vaselina sólida con la que cuidadosamente el corredor abrazó sus pies y las ampollas empiezan a aparecer y a lastimar la más importante herramienta del corredor. A lo largo de la carrera cambiará mecánica de movimiento, se agarrotará un poco más, deberá parar a alongar, hasta que sus pies, por el dolor, se anestesien por haber sobrepasado la intensidad del registro doloroso. Para que el agua no inunde el calzado del corredor hay que mojarse discretamente en la cabeza, más si el sol pega duro, con las esponjas que se reparten en los puestos de hidratación.
También el calor y la humedad son enemigos acérrimos del corredor de fondo. El pavimento de las calles en conjunción con el sol, hacen que la hidratación no alcance y se minen en demasía las sales minerales indispensables para que los músculos funcionen de manera estable, es decir, resistan el esfuerzo. Lo que sucede, es que, si el fondista se siente bien muscularmente, su mente alienta positivamente su carrera. En cambio, si sus músculos están minados, ni siquiera se puede pensar con claridad. Se ingresa en un sobre esfuerzo peligroso que impide pensar siquiera una estrategia.
¿Y las emociones y pensamientos?
La mayoría de los autores sobre running, reconocen cinco etapas pobladas de ciertas emociones que deberán comprenderse en pos de saber cómo manejarlas. El corredor de maratón, primero inicia una etapa de euforia, desde el km 0 hasta el 5, es una sensación de emoción, fuerza y energía. En este momento el maratonista ser racional, no debe pasarse aunque tenga energía, debe retenerla. Mantiene el ritmo, sin aumentar la velocidad por la emoción y sabe que usará más tarde la potencia puesto que la va a necesitar. Ser cerebral es su lema al inicio, por más que su cuerpo le pida más leña.
En La segunda etapa es la conversación del corredor (del km 6 al 15), y es cuando los runners siguen emocionados y desean hablar con otros corredores. Esta acción puede desbalancear el ritmo e incrementarlo, por lo tanto el corredor puede agotarse, y gastar energía prematuramente, y que km más adelante podrá necesitar. Se sugiere no hablar, concentrarse y mantener el ritmo y no dejarse llevar por el ritmo de los otros.
La tercera etapa es la transición, que va del km 16 al 23 aproximadamente. En este período, es el cambio de la alegría hacia el inicio del cansancio físico y mental. En esta parte es cuando los corredores se silencian, corren callados, concentrados y a un paso más en tiempo. Este es la etapa en donde el corredor se halla más ensimismado, midiendo tiempos. ¿Como va su mente?, ¿mentalmente va bien?, se chequea física y emocionalmente para poder terminar la mitad restante.
Pero, poco a poco se aproxima el verdadero desafío. El período más difícil del maratón, es aquel donde el maratonista llega a sus límites de esfuerzo y se da cuenta que ¡le faltan 21k!!. Esta es la cuarta etapa: La crisis” que va del km 24 al 32, más conocido como el muro, que es el momento en que el maratonista comienza a sufrir física y mentalmente. Aquí es cuando en su mente aparecen todo tipo de pensamientos negativos y el corredor empieza a preguntarse si logrará atravesar el cartel de llegada. Duelen piernas y cintura, diversas zonas irritadas por roce de la remera y el short. Baja el ritmo, disminuye el deseo de correr y la mente está intoxicada. Se obnubila y no tiene claridad. Y allí va el maratonista: como afronta su vida, afronta este desafío.