Un final abrupto y un panorama incierto

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El intento de juicio político a la fiscala general Sandra Quiñónez desnudó la precariedad discursiva y moral de integrantes de la bancada colorada cartista, pero su abrupto final evidenció a su vez las miserias y el costado indigno y desleal de algunos opositores.

Gran parte de lo que la oposición y el oficialismo habían ganado en términos de imagen y posicionamiento político se perdió con este final, más allá de no haberse tampoco logrado los votos para aprobar el juicio político.

La cuestión empeoró con la reacción y los penosos intentos para explicar lo inexplicable por parte de quienes optaron por permanecer en sus bancas, dando quorum para que el pedido de juicio pueda ser rechazado y archivado, una vez más.

Las justificaciones que ensayaron se parecía a la de algunos niños pillados en travesuras que procuran engañar a personas adultas que observaron perfectamente la conducta que tuvieron en el momento decisivo.

El daño político es tan contundente que da a pensar que pudo haber sido fruto de una elaborada estrategia que golpea por igual a colorados oficialistas y a la oposición, sobre todo al PLRA y a su principal candidato Efraín Alegre.

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Para nada extrañaría que diputados que responden al senador Blas Llano y al exsenador Dionisio Amarilla hayan aprovechado para “cobrarle” varias cuentas a Alegre, enemigo público declarado, al que odian más que a cualquier adversario del Partido Colorado.

Eso explicaría que varios diputados liberales se mantuvieran callados la mayor parte del tiempo en este juicio y que, cuando hablaban, lo hacían con una ambigüedad interpretada erróneamente como apoyo a la aprobación del libelo contra Quiñónez.

Alegre, pese a su pretendido discurso principista y antimafioso, no salió a bajar línea con la contundencia que se esperaba para la ocasión. Tal vez porque a esta altura no tiene más opción que tragar sapos para asegurarse votos en la interna de diciembre próximo.

El cartismo se mostró en este debate del juicio político sin máscaras y mostrando lo que es: un movimiento de ultraderecha que habla de valores familiares y valores conservadores mientras cobija al mismo tiempo en su seno a personajes vinculados al contrabando, al narcotráfico, el lavado de dinero y otros delitos.

El oficialismo quedó golpeado, aunque no tanto como la oposición, porque en su interna la disputa es por un mismo electorado conservador. En el fondo, esta pelea es por definir quién represente más cabalmente esos valores.

La disputa en la ANR, no obstante, seguirá siendo interesante por los trapitos al sol que continuarán surgiendo. Es curioso verificar la virulencia con la que se cruzan acusaciones de vínculos con el crimen organizado, de un lado y de traición a la patria por el otro. Cualquiera que no los conociera creería que se trata de dos sectores antagónicos con distinta ideología. Pero son del mismo partido y muchos de ellos se abrazarán después de las elecciones de diciembre.

Tas el papelón en el final del juicio, los partidos de oposición han quedado con pocas opciones: Optan por unirse pese a las inocultables diferencias de fondo o el progresismo y el PLRA van cada uno por su lado, aunque eso conduzca a una derrota electoral. En las actuales condiciones y en este escenario nadie puede decir a ciencia cierta qué es lo mejor que pueden hacer.