Sobre bares que se mudan y sociedades que cambian

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A pesar del inexorable paso del tiempo, el añejo bar habilitado en julio de 1953 en una edificación que ya estaba en pie desde hace rato, se resistía a cambiar. La infraestructura edilicia tenía ciertamente su encanto, pero más bien para sus clientes que lo “bancábamos” por todos los recuerdos de momentos bien pasados –y comidos- en compañía de parientes y amigos, aunque honestamente visto con ojos críticos necesitaba un refresh urgente. A eso se sumaba el entorno, en un microcentro de la ciudad que, duele decirlo, se cae a pedazos en todo sentido y sin visos de solución a corto plazo.

Ese lugar es sin ninguna duda el centro mismo del centro, es allí donde se festejan las clasificaciones de la Albirroja y las victorias políticas, donde se generan marchas y protestas ciudadanas, donde turistas toman fotos y hasta donde las paredes de nuestro entrañable Panteón de los Héroes fueron víctimas de un grupito de desubicados, de esos que están en contra de todo y de todos, pero que no pueden hilar una oración entera para explicarnos su enojo y ayudarnos a entenderles.

Asunción y su histórica urbanización desordenada: A los desaciertos relacionados a los retiros necesarios, ancho de calles, ochavas que no se respetan, veredas desiguales y tantas otras falencias relacionadas a los enormes errores de urbanismo de nuestra capital, se sumó una población desplazada de sus lugares originales en el interior, que fue migrando hacia la capital y día a día engrosa el cinturón de pobreza. Hasta hace un par de años, la convivencia no presentaba demasiados problemas, y aún en medio de grandes asimetrías y gracias posiblemente a un costo de vida mucho más bajo que el actual, la sociedad asuncena convivía respetuosamente y la cordialidad estaba a la orden del día, porque aquí nadie le negaba el saludo a nadie y el respeto se aprendía desde la casa.

Complicado y lleno de problemas el microcentro capitalino hoy en día, también el Lido Bar, como tantos otros locales gastronómicos y de otros rubros, sufren la ausencia de clientes y -ante la ausencia de soluciones y un ñembotavy crónico y cómplice de las autoridades- el desenfreno de distintos tipos de personas que tomaron esas calles, para perjuicio de todos, incluso de ellos mismos. Y así, la última visita al emblemático local –aún sobre calle Palma- tuvo aparejadas experiencias relacionadas a cuidacoches prepotentes, jóvenes drogados y niños indígenas pidiendo limosna al punto que, al igual que a la mayoría de nosotros, sacan las ganas de volver, por lo menos hasta olvidar el mal trago.

Por distintos motivos, y haciendo honor a la perenne frase “No hay nada permanente, excepto el cambio” que nos legara Heráclito, el santuario del caldo de pescado se mudó a Independencia Nacional y El Paraguayo Independiente, un local con mayor capacidad, más cómodo y, por cierto, ubicado en el solar donde alguna vez estuviera edificada la casa de don Carlos Antonio López, ya derrumbada hace muchos años.

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De esta forma, el negocio encontró la solución a varios problemas relacionados con las instalaciones y –según dicen- el afán de lucro desmedido del propietario del inmueble original. Los cambios se suceden por varias razones, la necesidad y urgencia no son los menos comunes, por ese lado bien hasta aquí. Lo que sigue igual es la actitud agresiva de la gente que vive en las inmediaciones, con la plaza Constitución ubicada enfrente mismo ocupada desde hace un par de años por personas desplazadas por la inundación primero, luego por la sequía y, por último, bueno, ya no se sabe por qué.

El casco histórico de La Madre de Ciudades ofrece hoy una imagen que entristece y avergüenza; los años dorados en los que sus principales arterias albergaban a bancos, negocios y tiendas más renombradas, sencillamente no van a volver. Tampoco fueron aprovechados para crear un microcentro histórico cuidado y foco del turismo interno y externo, sencillamente todo el peso y responsabilidad se dejó sobre los hombros de la iniciativa privada –cuándo no- y al decidir ésta mudarse para otro lado, el centro sencillamente se cayó, de esto ya hacen un par de décadas y hasta el momento la Intendencia y el MOPC no articulan planes a mediano plazo para empezar a revitalizar la Asunción histórica.

Y mientras que el eje financiero, gastronómico y comercial se trasladan con relativa facilidad, vemos con tristeza y preocupación que las condiciones adversas, la falta de educación, oportunidades y el consumo generalizado de drogas sumamente adictivas y fáciles de adquirir siguen haciendo estragos en sectores ya de por sí muy frágiles de nuestro tejido social. Este fenómeno está causando cambios –para mal- como nunca antes los habíamos tenido ni sufrido en espacios de tiempo tan cortos, sin dar tiempo a reaccionar y con el agregado de los delitos relacionados. Estamos viendo un cambio de actitud entre los actores de la sociedad paraguaya: donde antes había saludos, hoy hay desconfianza, donde antes había muchos puntos de adhesión, hoy encontramos marcadas diferencias que separan a las personas.