Sin vergüenza

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¿Quién más tendría que pedirle a Antonio Fretes que renuncie, para que el ministro se digne a dar un paso al costado? Ya lo hicieron sus colegas, los ministros de la Corte Suprema de Justicia, en unanimidad.

También se expidieron públicamente en el mismo sentido los gremios de Abogados, los magistrados, las cámaras del Congreso e incluso, el Presidente de la República, Mario Abdo, manifestó que no se había dado una situación como esta anteriormente, generando una crisis institucional sin precedentes.

Sin embargo, Antonio Fretes amagó con un gesto, pidiendo permiso como presidente de la Corte Suprema de Justicia, pero sigue desvergonzadamente atornillado al cargo, a pesar de las contundentes denuncias que se vienen desnudando sobre el clan Fretes.

El ministro Fretes no ha dado muestras claras sobre el tema, no se inmutó a dar una declaración pública, no ha hecho la más mínima aclaración y mucho menos, ha pedido disculpas, cuando se va conociendo cada vez más la enorme red que ha operado, al menos irregularmente, en el entorno de la Justicia y teniéndolo a Fretes como principal gestor, ocupando un sillón clave de poder y autoridad.

El síndrome de la caradurez aparece una vez más ante actores que no se inmutan a pesar de los escándalos que generan un daño a la institución que representan.

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Este síntoma se hace común ante autoridades que se encuentran en los más altos cargos y que siguen a pesar de lo que se vaya publicando.

Tenemos el caso del vicepresidente Hugo Velázquez, designado como “significativamente corrupto” por los Estados Unidos. En su momento también hubo una fuerte coincidencia en conjunto de quienes pedían su renuncia, pero Velázquez sigue campante en el cargo e incluso cuando el Presidente se ha ausentado del país hemos tenido ejerciendo a un presidente “significativamente corrupto”.

El diputado Ulises Quintana, otro que no tiene un ápice de vergüenza, también designado como “significativamente corrupto” y acusado por la fiscalía de tener nexos con un presunto narcotraficante. En su momento, tuvo que pedir permiso a la cámara de Diputados para ir a cumplir la prisión preventiva.

¿No tienen vergüenza de tener encima una asignación como tal, de ser desnudados ante esquemas de corrupción, para seguir como si nada ocupando cargos tan relevantes y continuar en la toma de decisiones sumamente primordiales para nuestro país? Qué diferente a otros países, donde ante la denuncia, ante una asignación como tal, prima la ética y la moral para entender que se debe declinar inmediatamente.

Ante la elección de un nuevo Fiscal General del Estado nos queda depositar la esperanza en que pueda asumir un hombre o una mujer con autoridad, honestidad y la firmeza suficiente para que ante la falta de vergüenza de nuestras autoridades, la justicia opere debidamente, que el proceso acorde caiga sobre ellos.

Y… basta de malos ejemplos, señores!

smoreno@abc.com.py