Anunciar la conversión que sana

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El Evangelio nos dice que Juan Bautista había sido arrestado, porque las fuerzas del mal no soportaban su vida coherente y entregada, sin embargo, Jesús no se deja abatir por este infortunio, pero cambia de estrategia y va sembrando la justicia.

Lleno de coraje, el Señor proclamaba: “Conviértanse, porque el Reino de los cielos está cerca”. Esta proclamación, juntamente con todas las otras enseñanzas de Jesús, sirven para crear una nueva conciencia en el ser humano.

Es bueno estar avisados de que varias actitudes que tenemos en la vida, como la intolerancia y la codicia, son causa de enfermedades, no solo del punto de vista personal, sino también social.

“Convertirse” es asumir la tarea de renovar a uno mismo, dejar de lado algunas macanas que se hace con tanto gusto. Es también comprender que el Reino de los cielos es un don de Dios, que toma la iniciativa de edificarlo, no obstante, pide ahora nuestra cooperación perseverante.

Jesús pasó la vida proclamando que Dios Padre nos ama, y no quiere que ninguno de sus hijos se pierda, atrapado por las seductoras vanidades de este mundo.

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Igualmente, el Señor nos exhortó a ponernos de acuerdo y a no permitir que haya divisiones entre nosotros, principalmente, en el seno de la familia.

Así que, aceptar la invitación del Padre, huir de las soberbias de la carne y saber mantener la unidad, son actitudes que generan salud y felicidad.

Sin embargo, anunciar la conversión que sana y crear esta nueva conciencia dentro de la humanidad es una tarea gigantesca, por ello, el Señor necesita de colaboradores. Llamó a los primeros apóstoles, Simón, Andrés, Santiago y Juan que tuvieron la bravura de dejar las redes, la barca y su padre.

Resulta que hay que ser disponible para proclamar el mensaje que nos fortalece, y por eso ellos dejaran sus redes y la barca (la actividad profesional), y su padre (vínculos afectivos).

Ellos aceptaron vivir el amor más grande y fiel, que es el de Cristo, y se entregaron de corazón a su tarea sanadora.

Hoy día también necesitamos de una sanación en todos los sentidos, porque nos quebranta la acentuada violencia de nuestra sociedad. Irresponsabilidad y furor en el tránsito, en el modo de divertirse, y homicidios espeluznantes: es una sociedad enferma.

En este tercer domingo del tiempo Ordinario celebramos el “Día de la Palabra de Dios”, actividad para la cual nos invita el papa Francisco, pues con tal meditación vamos sanando nuestra alma y mejorando nuestras actitudes en la familia, y sociedad.

Paz y bien.