Cristo es la resurrección

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Los hermanos Lázaro, Marta y María eran grandes amigos de Jesús. Ellos vivían en Betania, pueblo cerca de Jerusalén, y él les visitaba de vez en cuando.

Una vez le dijeron: “Señor, tu amigo está enfermo”, y Jesús les aclaró que no se preocuparan, porque el iría a despertar a Lázaro, que dormía, nomás.

¡Qué hermosa narrativa de san Juan! Muestra el corazón profundamente humano de nuestro Redentor. Alguien que cultivaba la amistad, que los asistía a punto de que le comunicaran sobre el malestar del amigo. Jesús no es indiferente a su dolencia y se dispone a sanarlo.

Y lo mismo hace con nosotros, pues nos llama a su amistad, nos brinda su ternura, su poder sanador y nos quiere prósperos.

Sin embargo, la enfermedad de Lázaro termina en su muerte y cuando Jesús llega en la casa, Marta le habla con resignada confianza: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”.

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Jesús le asegura que él va a resucitar y Marta afirma que ella cree en la resurrección, que se dará alguna vez.

Ahí, el Señor hace la revelación central: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás”.

Todo cristiano debe entender que la Resurrección nos viene por una persona, de alguien que venció a la muerte, porque es más poderoso que ella. Es un regalo que el Señor nos da, porque Él es bondadoso, es un don gratuito de su generosidad, nunca un merecimiento por nuestras eventuales buenas obras. Él nos creó y nos quiere ver felices.

En seguida, Jesús se pone delante de la tumba donde Lázaro estaba enterrado, hacía ya tres días, y grita con voz estentórea: “Lázaro, ven afuera”. El muerto salió caminando del sepulcro.

Son incontables las lecciones que podemos extraer de este texto, pero llamamos la atención para estas: precisamente hablando, ocurrió una “revivificación” de Lázaro, ya que él volvió a su misma vida anterior.

La Resurrección es algo completamente diferente, es vida perpetua, con una inefable visión de Dios Padre, que nos llenará de júbilo, aunque no sabemos cómo describirla en este mundo.

Además, como dijo Jesús, Él es la Resurrección y la vida, y nosotros desde el presente, participamos de su existencia victoriosa, por la gracia del bautismo.

Finalmente, vivamos como personas alegres, pues si somos sus amigos, él nos sanará, y después de la muerte, también nos resucitará para la eterna bienaventuranza.

Paz y bien.