La cosa no termina allí, porque a pesar del bocinazo indignado de alguno (y aquí hay que reconocer que en los últimos años se ha reducido muchísimo esto) no falta el personaje que, pretendiendo fungir de samaritano le cede el paso al infractor… burlándose con esto del derecho de absolutamente todos los que estamos esperando. Qué genial, ser amable a costa de los demás, un digno caso de estudio.
Este tipo de acciones, llevadas a cabo a partir de actitudes y reacciones de las personas, se repiten todos los días y en los más diversos ámbitos: Desde dejar basura tirada en lugares que se encontraron impecables, pasando por el mal uso de los baños, llamando equivocadamente el ascensor y provocando el retraso –perfectamente evitable- de un montón de personas, o estacionando mal tapando de paso la salida de vehículos de una casa particular y paremos aquí de citar ejemplos: Somos definitiva, marcada y maleducadamente individualistas.
A ver, los factores positivos o negativos del individualismo dependerán del contexto en que se desarrolle y la acepción que se dé al mismo. En este sentido, recuerdo a un extranjero que dijo en relación a la firma del Tratado de Asunción en 1991 y que diera lugar al Mercosur “menos mal que los paraguayos son terriblemente individualistas y no van a cumplir con los postulados de este acuerdo. Porque si lo hicieran, dadas las asimetrías macroeconómicas entre los firmantes, estarían firmando la sentencia de muerte de su economía”. Este vaticinio no podría haberse cumplido más textualmente.
Indican los sociólogos que la primacía de la individualidad está basada en la tendencia de las personas a obrar según su propia voluntad, dejando de lado la opinión de los demás individuos que pertenecen al mismo grupo y directamente desechando las normas de comportamiento que deben regular las relaciones humanas. Para ejemplificar el caso: Recuerde a sus amables vecinos cuando festejan algo y ponen la música al máximo de los parlantes. En este contexto, realmente mucha gente actúa como si le importara solamente su satisfacción personal, y sin medir ninguna consecuencia a futuro ni siquiera inmediato de sus actos; Luis XV se sentiría más que identificado con ellos.
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La ideología liberal original (que ya no influye demasiado en las facciones políticas actuales que incluyen esas palabras en su denominación) también proclaman la supremacía del individuo respecto a la colectividad, habiendo defendido originalmente a ultranza el individualismo y los tres principios sagrados de libertad, igualdad y propiedad ilimitada. Bueno, claramente ya no hay doctrinas puras.
Nuestro tan mentado individualismo podría tener su origen en las costumbres y usos heredados de los guaraníes, en cuya estructura social y cultural todos eran dueños de todo y, por ende, nadie era dueño de nada. Entonces, al más puro estilo del capitán Jack Sparrow, cada quien tomaba lo que le venía en gana y no rendía cuenta de ello, como quedó plasmado para la posteridad en su frase “take what you can and give nothing back”: Pensemos un momento en algunos políticos… qué terrible coincidencia. Y es que esta actitud está también íntimamente ligada con la falta de temor a la represalia y castigo, sea personal, social o legal.
Grandes contradicciones: Este indomable individualismo paraguayo, como todo fenómeno social sujeto a estructura y cambios, debería ser en principio explicable o entendible meridianamente por las propiedades o singularidades del individuo que los aplica en su día a día, y tener su origen en sus metas y creencias. Algunos casos son entendibles, como el delantero que hace caso omiso al entrenador para gambetear a 5 jugadores contrarios y lucirse con el mejor gol del partido. Otros casos son más complicados, porque ¿Cómo explicar de manera razonable que alguien pueda encontrar satisfacción o alguna meta en romper algo para que otras personas no puedan disfrutar o gozar de ese bien? Lindo rompecabezas para los antropólogos sociales.
Por contraposición, nuestro tan marcado individualismo colisiona (por suerte dirán muchos) con los enunciados del colectivismo social, que propugna la colectividad de la producción y sus fuentes, debiendo ser posteriormente realizada la distribución de los frutos por parte de un Estado policía. Como que suena a modelo de rotundo fracaso asegurado una y mil veces, contundentemente inservible como aquéllos que aún pretenden apostar por él.
Somos lo que somos como sociedad, tan diferentes a cualquier otra, con nuestras luces y también sombras, debido a una serie de fenómenos, hechos y situaciones que a través del tiempo nos moldearon y dieron estas particularidades. No las usemos como una excusa para no cambiar y convertirlas en anclas de nuestro destino, sino sepamos en cambio aprovechar lo mejor de ellas para nutrirnos y crecer a partir de sus más distinguidas y excelsas aristas, que nos darán una identidad única, genuina y valiosa.