El nueve de abril de 2017, parte de esta ruta, un tramo de apenas 200 metros, fue arrastrada por las aguas del arroyo Poromoco, tras varios días de intensas lluvias que provocaron el desborde del curso de agua, y que arrasó con el dique de una usina hidroeléctrica en desuso, perteneciente a la escuela agrícola San Benito, en el distrito de Pirapó.
El Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC), con ayuda de la Gobernación de Itapúa y los municipios aledaños, reconstruyó el terraplenado, tarea que le demandó nada menos que seis meses, pero la tarea fue tan chapucera, que a seis años de aquel incidente, la ruta todavía no cuenta con la capa asfáltica.
Este pequeño tramo de ruta, de no más de 200 metros, es una verdadera trampa mortal para los conductores, porque se encuentra en una curva, en un sector de ruta con pendiente y contrapendiente.
Un conductor no avisado que va transitando por el asfalto de repente se topa con una pista totalmente irregular, poceada, que le desestabiliza y pone en riesgo de perder el control de su vehículo. De hecho, ya ocurrieron accidentes en ese lugar. El más reciente ocurrió el viernes pasado. Una camioneta perdió el control al ingresar en esa zona terrada, y se estrelló contra una columna de la ANDE.
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Por supuesto, la desidia y la irresponsabilidad de los funcionarios del MOPC son tales que ni se toman la tarea de instalar un cartel de advertencia.
La gran pregunta es dónde están los recursos que deberían haber sido destinados a terminar ese minúsculo trabajo, que ya lleva seis años de demora. Conociendo la impronta en nuestro país, no sería raro que esa plata haya terminado en las faltriqueras de algún funcionario, o financiando alguna campaña proselitista de esa corrompida clientela política incrustada como una espina ponzoñosa en el cuerpo de la Nación. Y así nos va.