Aceptemos participar del banquete

Este artículo tiene 2 años de antigüedad

Es la quinta parábola que Jesús nos cuenta en estos últimos cinco domingos.

La de hoy habla de un rey que celebraba las bodas de su hijo, comunica a los invitados que el banquete ya está listo, y que todos vengan a disfrutar. Sin embargo, ellos se niegan.

Realmente, se va intensificando el enfrentamiento de Jesús con los sumos sacerdotes y fariseos. La parábola del domingo anterior –de los viñateros homicidas– ya lo indicaba. El domingo siguiente, veremos cómo ellos tratarán de ponerle una trampa, preguntando sobre el pago o no del impuesto al César.

No es difícil de entender la parábola de hoy, pues Dios es el rey que nos llama a su banquete, donde ofrece los mejores terneros y los más ricos vinos.

Es su corazón generoso que todo lo regala gratuitamente: Él invita, Él prepara el excelente karu guasu y espera de brazos abiertos.

Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy

Las respuestas de los invitados son tacañas: uno dijo que debía ir a su campo, y de esta forma, no tenía tiempo; otro, que le interesaba más cuidar de sus negocios, y los demás trataron con frialdad y maldad a los empleados del rey.

Es importante darse cuenta de un dato esencial: los invitados se autoexcluyen, y se confirma que “muchos son llamados, pero pocos son elegidos”.

La reacción del rey tendría que preocuparnos, pues, dice la parábola, que él se quedó indignado y envió sus tropas para acabar con aquellos homicidas e incendiar su ciudad.

El Señor sigue hoy día invitándonos a su banquete, y ya la experiencia humana de banquete indica amistad, comunión, encuentro con gente que nos gusta, sugiere música y mucha alegría.

Participar de los agasajos de Dios significa todo esto: amistad, comunión y felicidad. Sin embargo, también está el libre albedrío del ser humano, que puede aceptar la invitación, o rechazarla.

El primer banquete al que el Señor nos invita es al banquete de la vida, en su dimensión física, afectiva, espiritual y social. Asimismo, el hacer parte de su gran familia, que es la Iglesia.

Participar de su banquete significa estar bien alimentado, y por ende, no ser una persona de fe anémica, que vive con rencores, con gestos de intolerancia y con necesidad de humillar a otros. Significa también tener tiempo para participar de su comunidad, de modo constante y disponible.

De manera especial, participar de la Misa todos los domingos, de preferencia, en familia.

No rechacemos esta invitación de Dios, pues todos necesitamos de Su compañía, de Su ternura y de Su bendición.

Paz y bien