Estos miles de nuevos funcionarios públicos no contarán con un espacio físico en los lugares a que fueron asignados, por lo que tampoco podrán desarrollar las tareas que les corresponden… que por cierto desconocen y no están bien definidas. Sus jefes directos -cómplices y encubridores a la vez- estarán hasta aliviados de poder indicarles que ni siquiera es necesario que se presenten a trabajar, para poder de esta forma realizar de alguna manera el trabajo que sí debe hacerse, mientras los más antiguos que pelearon por sus cargos observarán con inmutable conformismo como cualquier posibilidad de crecer profesional y también en términos de remuneración se esfuman ante este esquema tan sencillo, pero a la vez perfecto de arruinar carreras en la función pública. Porque sí, y aunque resulte difícil de creer, existe la carrera en la función pública: En contados países hasta goza de fama respetable y bien ganada.
Un esquema en el que todos perdemos: El funcionario público de alto rango o congresista, ubicado en su sitio al cual permanecerá atornillado por un par de años, se convierte en dueño y señor del mismo, tomándose atribuciones que, de tan repetitivas a lo largo de los años, ya se han normalizado. De esta forma, llegamos al punto que nadie se escandaliza de que un solo Senador tenga a más de 12 parientes directos en puestos más que cotizados. Y no nos olvidemos de los miles de funcionarios públicos de rango inferior, aquellos que -por el monto de sus salarios- quizás no creen la misma roncha pero que en realidad representan lo mismo: El robo avieso al Estado Paraguayo, perpetrado por sus mismos representantes a través de la sobrepoblación absolutamente ineficaz de burócratas y el enorme daño a toda la sociedad que esto representa.
Con algo de esfuerzo, dejemos por un momento de lado a esa enorme masa, y concentrémonos en aquellos jóvenes que hoy ocupan las noticias, a quienes las indiscretas cámaras y micrófonos sorprenden balbuceantes sentados en escritorios vacíos, asustados ante las preguntas de los periodistas, empecinados en sacar a la luz pública estos tejemanejes. Estos jóvenes, que están en el mejor momento de sus vidas para empezar a prepararse para los desafíos que les esperan más adelante, que tienen toda la energía, fuerzas y voluntad para formarse como los ciudadanos excelentes que podrían llegar a ser, son acomodados por sus propios padres en sitios que no les corresponden y con salarios que jamás podrían ganar en forma honesta de otro modo.
Amamos a nuestros hijos, los protegemos desde su concepción y nos esforzamos para darles lo mejor. Queremos transmitirles nuestra experiencia, pero también que adquieran la suya propia, a través de las pruebas y errores naturales en todo ser humano. Y en este proceso de educación y crianza cometemos errores, que también es entendible; lo que resulta inconcebible es que les induzcamos a cometer errores, y además con dinero ajeno.
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A estas chicas y chicos, sus desvergonzados progenitores los están exponiendo de forma brutal ante la opinión pública, que a través de todos los medios disponibles ya les ha inventado apelativos que sin ninguna duda van a herirlos, por cierto, en forma muy merecida. ¿Pensaron en algún momento en el mal que les están haciendo? Se pusieron a pensar en que es muy posible que la fama ganada de este modo les acompañará el resto de sus vidas? En el competitivo mundo que tendrán por delante, una persona -profesional o no- que se haya desempeñado por cierto tiempo en la función pública en estas condiciones -y que no pueda demostrar con claridad qué hizo exactamente- está casi condenada a no poder trabajar en el sector privado… por lo que sus opciones se verán muy limitadas.
A causa de este clientelismo denigrante existen miles de jóvenes -muchos de ellos ya ni tanto- acomodados en sus puestos, sin una visión clara de lo que quieren ser o hacer en el futuro. Víctimas y victimarios a la vez de vicios profundamente enraizados en la forma en que se maneja el Estado. El daño que se les causa es enorme, tan grande como el gasto gigantesco que representan para nuestro país y podría ser utilizado de infinitas formas más eficientes. Ojalá que estos escraches no acaben, ojalá que la sociedad se manifieste y la vergüenza y la dignidad puedan más y estas madres y padres caigan en la cuenta que, de esta forma, muy mal favor les hacen a sus hijos.