Abuelitos abandonados, el reflejo de la soledad y la tristeza

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Al llegar a la tercera edad, los ancianitos luchan contra las enfermedades y sus cambios emocionales, por lo que, a veces, se convierten en un “estorbo” para sus familiares. En algún momento, fuiste malcriado por tu tata que hoy se encuentra abandonado.

Don Mario es un señor de avanzada edad; tiene 8 hijos y 15 nietos. Sus familiares se caracterizan por ser personas con poca paciencia y, al observar que su padre ya no puede servirse un vaso de agua por su propia cuenta, lo regañan haciéndole sentir muy mal.

El abuelito se destacaba por ser muy guapo, pero un día algunos fuertes dolores de cabeza y de huesos le impidieron hacer muchas actividades como bañarse solo, preparar su comida o limpiar su pieza. Al percatarse de estas dificultades, sus hijos decidieron llevarlo a un asilo en donde pensaron que estaría mejor.

Al pasar el tiempo, don Mario empezó a sentirse de manera diferente, los ojos se le llenaban de lágrimas al no saber nada de sus hijos. Desde el día en que lo dejaron en el hogar de ancianos, nunca más vinieron a verlo. La tristeza y la soledad lo acompañaban cada amanecer, con lo cual su vida se convirtió en una pesadilla.

Hoy, por las arrugas que adornan su piel y la poca fuerza que poseen para movilizarse, los abuelitos son olvidados por sus nietos e hijos, quienes no tienen paciencia para cuidarlos. A diario, es posible ver que muchas personas de avanzada edad deambulan por las calles; algunos prefieren seguir trabajando, a pesar de sus achaques, mientras que a otros no les queda más opción que aceptar el abandono de parte de su familia en su humilde hogar.

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Los abuelitos son como los niños, tan sensibles y cariñosos que necesitan amor, paciencia y cuidado. Ellos solo quieren una señal de afecto y atención; por eso, si tenés aún a tu tata con vida, regalale tu tiempo y prestale atención en el momento en que te cuenta sus historias, a pesar de que muchas no tengan sentido.

Acordate de que cuando naciste, aquella persona por la cual hoy ya no tenés paciencia ni para pasarle un plato de comida, te malcriaba y te defendía si mamá te regañaba. Ahora es tu turno de devolverle a ese viejito todo lo que hizo por vos.

Por Mónica Rodríguez (18 años)