Fubolacho de barrio: momentos mágicos de una infancia feliz

¡Quién no añora el fubolacho entre los bichos del barrio! La duración del partido, las reglas, el pelota jára y los plagueos permanecen en la memoria. Varias anécdotas podríamos rescatar y matarnos de la risa recordando los divertidos partidos so'o.

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De niño, ¿quién no ha jugado fútbol en su barrio, en la calle o en la plaza de la esquina? Como en todo deporte existen las reglas, en aquellos juegos también estaban presentes algunas, pero, en gran parte, se improvisaban las pautas a seguir y fueron convirtiéndose en comunes. Es obvio que no estaban escritas en papel, aunque todos las sabíamos y se cumplían al pie de la letra.

Partimos del terreno de juego, que podía jugarse en asfalto, arena,tierra, césped o en los dos últimos a la vez. Si llovía y el suelo estaba resbaladizo, era todavía mejor para los que hacían sus barridas al estilo Carles Puyol. No era necesario que las condiciones del recinto sean las mejores, pues si no había un arco, bastaba armarlo con un par de zapatillas o piedras; y las líneas de bandas se marcaban con los pies o con ramas de algún árbol.

El tiempo hacía que algunos partidos sean eternos, en los cuales los 90 minutos no existían para quienes estaban dispuestos a terminar con varias heridas. La duración era indeterminada, ya que no había responsabilidades ni preocupaciones que impedían un tercer, cuarto o hasta un quinto tiempo, si eran necesarios.

En cuanto a las reglas que regían antes y durante el enfrentamiento, se pueden rescatar algunas como el famoso “el que mete, gana”, también que el gol no valía si se disparaba antes del medio campo y si había una situación en la cual se ponía en duda la entrada del balón al arco rival, se solucionaba con un tiro penal. Si se tiraba la pelota en la casa de ña Ñeca, todos en coro gritaban “¡hevire!”.

Para diferenciar los equipos, las remeras se las quitaban aquellos que recibían el primer gol y las faltas solo se cobraban si uno recibía una fuerte patada o había sangre de por medio. Todo transcurría por una apuesta, la coca'i del almacén, que al final el equipo perdedor no pagaba porque no había plata.

No se cobraba offsides, corners y esas reglamentaciones oficiales, tampoco había un árbitro que intermediaba el enfrentamiento; pero sí se discutía que el arco rival era más chico que el otro, el travesaño debía ser a la altura de la cintura y que la pelota había pegado o no por el palo, sabiendo que este último ni existía. Entre otras anécdotas, que hasta ahora se pueden observar en las canchitas de barrio, está el defensor que se plaguea porque todos suben y nadie baja.

El fubolacho terminaba repentinamente cuando la mamá de Jose'i lo llamaba para comer, y de yapa, él era el dueño del balón, por lo que se retiraba llevándo consigo el esférico. Otro caso que también ocurría era que el propietario de la pelota se enojaba o se pichaba, dando por concluído el desafío.

Sabemos que todos los sucesos que vivimos durante nuestra infancia, no se comparan con lo que ahora la mayoría de los niños prefieren, a medida que van creciendo apuntan a otras opciones de diversión, más contemporáneas.

Recordemos que los grandes jugadores de hoy día crecieron jugando en los partiditos de barrio, como Cristiano Ronaldo, Neymar o Pogba, quienes son algunos de los más caros del mundo futbolístico, en la actualidad; pues tampoco debemos olvidar nuestras raíces, que en algún momento podríamos ser futuras estrellas.

Por José Jiménez (19 años)

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