Ser arquero es gritar, volar de palo a palo y aguantarse las críticas

Jugar en el arco no es fácil; ante el más mínimo error, toda la culpa recae en vos y podés pasar de héroe a villano en unos segundos. Normalmente, el guardametas es quien salva al equipo de una catástrofe. Y vos, ¿sos un arquerazo o un arquero papa?

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Seguramente, cuando eras chico, esperabas que los Reyes Magos te traigan una pelota para poder salir a chutar con tus amigos. La diferencia es que vos, al recibir tu balón, no lo pateaste, sino que lo tomaste con las manos. Ibas a ser arquero, ya lo sabías.

Al recibir tus primeros guantes, los usabas en todos lados, desde la escuela de fútbol hasta en las clases de educación física. Capaz los tuyos no eran los Adidas que usa Iker Casillas o los guantes mágicos de Gianluigi Buffón, pero te servían para tapar todos los goles de los contrarios y, de vez en cuando, escupir sobre ellos para comprobar si se pegarían o no por el balón.

El puesto del número 1 es el más ingrato dentro de la cancha. El portero puede pasar de héroe a villano en una sola jugada y, casi siempre, lo responsabilizan del tanto, por más que la culpa haya sido del defensor que no sabe lo que es una buena marca. Así también, el arquero puede volar y tapar todos los remates, pero si le entra algún gol de “huevito”, todos se olvidan de sus atajadas y el malo de la película pasa a ser él.

Normalmente, en los partidos de barrio, colocan al menos hábil en la portería, sin tener en cuenta que esa posición es la más importante del juego. Es común ver al gordito en el arco, tratando de moverse y evitar los goles, lo que resulta muy difícil, ya que el pobrecito no tiene la agilidad de un Gato Fernández o las salidas de un José Luis Chilavert.

El arquero es un jugador solitario. Aunque tengas a tus defensores cerca tratando de hacer el aguante, los goles que anota tu equipo debés festejarlo solo, ya que todos van a gritar con el que marcó el gol y nadie se acuerda del hombre de la camiseta diferente que lo está festejando en solitario.

Los delanteros se encargan de meter goles; los porteros buscan evitarlos. Pocas personas conocen realmente la adrenalina de volar de un palo a otro, la ansiedad al ver cómo a doce pasos se colocan el balón y el penalero y la satisfacción de atajar un mano a mano por más complicado que sea. Ser arquero no es fácil, es el puesto más ingrato y a la vez el más satisfactorio, pues no cualquiera es capaz de tomar la responsabilidad de dirigir el partido desde el fondo y sacar adelante al equipo.

Por Brian Cáceres Verón (18 años)

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