Seguramente, en el bus ya te topaste con una persona que te saluda como si fuera que te conoce hace añares; sin embargo, vos no tenés la mínima idea de quién es. A muchas personas les ha pasado lo mismo, aunque disimulan su desconcierto y siguen la corriente, ya que es “pelada” preguntar de dónde le conocés.
Esperar el ómnibus en la esquina, bajo un arbolito que te da sombra, siempre es menos agotador con un refrescante tereré; pero, aparte de tu termo, prepará también tu pasaje, que no sea justito porque puede venir un micro diferencial y debés pagar un poco más. Ahora tenés la posibilidad de viajar en colectivos con aire acondicionado, cosa que es un lujo, porque antes solo había chatarras andantes.
Te ponés los auriculares para disfrutar de algunas músicas y, de repente, escuchás la voz del vendedor diciendo: “Agua, gaseosa y jugo a mil”. Rápidamente buscás algunas moneditas en tu bolsillo y llamás al vendedor, quien mantiene el equilibrio pese a la alocada manera de conducir que tiene el chofer, antes de que se baje.
¿Nunca te pasó que cuando estabas más cansado, el colectivo no venía o no te paraba? Esperar el bondi, a veces, parece una eternidad. Cuando viene uno, a propósito se detiene a cincuenta metros y correr es tu única opción. Justo cuando lográs subirte, el que está a tu lado se queda dormido y, por poco, no se cae encima de vos.
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“Vamos a dar lugar a la embarazada” es lo que dice el chofer cuando una mujer encinta está parada. Te hacés el ñembotavy o el dormido porque, simplemente, no querés ceder tu espacio; mirás por la ventana para pasar desapercibido y te ponés tus auriculares. Te fijás si hay algún asiento libre hasta que uno, con la cara larga, da su lugar a la futura mamá.
Viajar en colectivo puede ser muy aburrido y agotador, pero seguramente tenés una anécdota que es digna de contar con tus amigos, ya que cada viaje es diferente. Mirá el lado postivo de andar en micro, pues, casi siempre, es la única alternativa para llegar a tu destino.
Por José Peralta (17 años)
