14 de diciembre de 2025
¡A quién no le habrá pasado! Cuando nuestra abuela o alguna tía mayor nos pescaba con alguna intención distinta a la que estábamos aparentando, o percibía –por nuestra voz o gestos- que escondíamos algo, nos miraba fijo a los ojos, clavándonos una de esas miradas que no podíamos sostener mientras con voz cariñosa a la vez que firme nos decía “te conozco, mascarita”, dejando en claro que no éramos tan buenos actores como suponíamos y confirmando una vez más que, definitivamente, el diablo sabe más por viejo que por diablo.