Las manos son nuestra tarjeta de presentación y pueden ser también prueba irrefutable de que quien las estrecha sufre onicofagia. Este es el término médico que designa la costumbre de morderse y comerse las uñas.
Catalogado popularmente como manía, tic, acto reflejo o pura rutina, es en realidad un trastorno nervioso asociado a la ansiedad. Quienes se muerden las uñas lo hacen porque piensan que les aportará una dosis de tranquilidad. Por eso, desvían el desasosiego hacia esta práctica que por momentos se convierte en relajante y en una distracción fácil.
La costumbre de morderse las uñas aparece de forma habitual en la infancia, de manera particular entre los niños más nerviosos. El hábito se manifiesta a partir de los 3 años o tras la retirada del chupete, cuando los pequeños alcanzan la suficiente coordinación psicomotriz que requiere su práctica. Los expertos estiman que afecta al 45% de los niños, sin diferencias apreciables entre los sexos. Con el paso de los años, la onicofagia se acaba automatizando de manera inconsciente y se convierte en una rutina mecánica que se inicia casi ante cualquier tipo de situación. Pero ¿por qué se hace? El motivo no es otro que la ansiedad. Cuando la persona no ha encontrado otros mecanismos alternativos para paliar o, al menos, controlar este trastorno, el hábito de morderse las uñas se convierte en una válvula de escape eficaz, aunque patológica, de reducir la tensión por un momento.
Infecciones y otros dramas
El problema es que con este trastorno, dientes, encías y las propias uñas pueden llegar a sufrir graves daños. El repiqueteo constante al que se someten los incisivos para morderse las uñas causa que estas piezas dentales, tanto las superiores como las inferiores, se desgasten y su forma tienda a recortarse. Otra consecuencia es que las uñas no crecen de manera correcta por el continuo mordisqueo al que se someten. Se originan pequeños traumatismos en la parte que se encuentra bajo las uñas (lecho ungueal) y a largo plazo su aspecto se altera. A menudo pueden aparecer inflamaciones de los dedos y dolor agudo. No obstante, el peor efecto es el alto riesgo de contraer algún tipo de infección. Las bacterias, virus, hongos y cándidas acampan en las manos y uñas. A lo largo del día, el acto de morderse las uñas implica que los dedos se chupen y se introduzcan en la boca continuamente. Es entonces cuando la infección salta a la boca.
Tips para evitarlo
Bloquear las uñas. La finalidad de este remedio es poner impedimentos para no llevarse las uñas a la boca. Se emplean desde tiritas, cintas adhesivas hasta uñas de porcelana.
Mal sabor: Consiste en aplicar sobre las uñas lociones y esmaltes específicos (de venta en farmacias) que tienen un sabor amargo, picante o desagradable. El objetivo es provocar el rechazo en el intento por llevarse los dedos a la boca. También se puede probar frotando la punta de los dedos con ajo crudo, pimienta o jugo de limón.
Mantenerlas bonitas: Cortarlas, limarlas, pintarlas o hacerse la manicura es una manera de rebajar las ganas de morderlas.
Anotar en un diario: Llevar un diario donde anotar las circunstancias que causan este acto nos permitirá aprender a controlar el impulso, evitando los momentos que nos provocan angustia o ansiedad.
Fuente: www.consumer.es