Familia y educación de la virtud de la lealtad

La lealtad es una virtud que ayuda a la persona a actuar con congruencia respecto a la palabra dada, o en algunos casos, se trata simplemente de tomar conciencia a la luz de la recta razón o de la fe de un determinado vínculo para que, sin necesidad de haber dado la palabra, surja la conciencia de su obligatoriedad y la necesidad moral de asumirla libremente. Nos remitimos a la obra La educación de las virtudes humanas (David Isaacs. 2000), y analizamos los alcances de la virtud de la lealtad.

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Implicancias básicas de la lealtad como virtud Podemos considerar como leal a la persona que acepta los vínculos implícitos en su adhesión a otros familiares, amigos, jefes, instituciones, patria, etc. de tal modo que refuerza y protege, a lo largo del tiempo, el conjunto de valores que representa. Así pues, lo fundamental de esta virtud es reconocer que puede existir un vínculo (de hecho el ser humano tiende a vincularse a otros, por necesitar de ellos por distintos motivos), y en segundo lugar, apreciar el conjunto de valores que representa (como pueden ser: la justicia, el respeto, la iniciativa personal, etc. En efecto, la lealtad no tiene sentido si estos valores no son permanentes. Así, el indicio de una lealtad malentendida, en caso de que los valores no sean permanentes, será la defensa de la persona o de la institución indiferente de los valores que represente, es decir, el apoyo indiscriminado a alguien o a algo por egoísmo o para satisfacer la inclinación de querer pertenecer, de ser miembro de...

¿Leales a quién y en qué caso?

La lealtad supone buscar y conocer los valores permanentes para la situación humana, para cualquier situación humana, y a la vez reconocer lo específico, lo más propio de los distintos vínculos que van surgiendo. Si no se aceptan estos valores permanentes no tiene sentido la lealtad. Por otro lado, es deber de la persona ser leal respecto a sí misma, en primer lugar, lo cual supone buscar y profundizar en los valores permanentes. A continuación, debería tomar una decisión, reconocer intelectualmente una serie de vínculos en los cuales puede actuar de acuerdo con estos valores permanentes, sabiendo que en algún vínculo existirán mayores posibilidades de reforzar o proteger un valor específico. Si actúa de manera coherente con estos valores no habrá incompatibilidad, pero sí tendrá que actuar de un modo diferente en cada caso para protegerlos o reforzarlos. Proteger o reforzar una serie de valores supone desarrollar todas las otras virtudes. La lealtad, por ello, es una virtud de la persona madura.

La educación de la lealtad

Tiene como puntos fundamentales: 1º) Conseguir que los hijos desarrollen las otras virtudes al servicio de los demás; y 2º) Ayudarles a distinguir entre las personas e instituciones con que se relacionan y los valores que estos vínculos representan (Ej.: Ser leal a los padres no significa aprobar su conducta, aunque se comporten mal, sino protegerles y guardar su buen nombre de murmuraciones infundadas y ayudarles a mejora. Se trata de ser sinceros con ellos: de ser generosos con ellos. Así como ser leal a la patria no supone ocultar los males que allí existen, respondiendo por pura emotividad ante la evocación de su nombre, sino proteger y reforzar los valores permanentes que allí se viven). La persona pone a prueba el auténtico sentido de la libertad cuando entre los múltiples vínculos que le son solicitados opta por aquellos que le permiten desarrollarse a plenitud como persona, o sea aquellos que están íntimamente relacionados con la verdad y con el bien. En tal contexto, los padres deberían insistir que los hijos desarrollen la lealtad personal con las instituciones más cercanas al ser humano. El valor ciudad o patria únicamente tendrá sentido si las personas que pertenecen a esa ciudad o país son leales a sí mismos, a lo más fundamental de su ser, a la verdad.

Compatriotas: En una sociedad consumista, marcada por el relativismo y la falta de compromiso, donde el tener desplazó al ser, resulta esencial educarnos en la lealtad a los valores permanentes (familia, amistad, patria...). De la actitud que cada uno asumamos ante esta realidad -como padres, hijos, docentes, estudiantes, compañeros o miembros de alguna organización o institución- dependerá que sigamos siendo parte del problema, o de una alternativa de solución a los grandes males que aquejan al país y al mundo. Fomentemos y desarrollemos una lealtad firme a todo aquello realmente trascendente, orientados siempre por los valores permanentes del amor, la paz y la justicia, con responsabilidad, perseverancia, respeto y prudencia.
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