La monadología de Leibniz

Gottfried Leibniz fue uno de los grandes matemáticos. Su gran descubrimiento es el Cálculo Infinitesimal, que lo hizo paralelamente a Isaac Newton, que lo llamó Método de las Fluxiones. Fue un descubrimiento simultáneo en formas distintas y además las notaciones eran diferentes: la de Leibniz es la que ha prevalecido a lo largo de la historia en el Cálculo Infinitesimal.

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Fue un precursor de la lógica matemática. Persiguiendo una idea que le acosaba desde la juventud en pos de un “alfabeto de los pensamientos humanos” y de un “idioma universal”, se propone el proyecto de construir “una característica universal”, especie de lenguaje simbólico capaz de expresar, sin ambigüedad, todos los pensamientos humanos.

Las ideas de Leibniz, que contienen muchos conceptos de la lógica simbólica de hoy, no tuvieron entonces mayor influencia, pues quedaron inéditas hasta el siglo XX.

Hay un concepto enormemente importante en el centro de la filosofía de Leibniz, el concepto de mónada. Mónada (sustancia) es una palabra griega que quiere decir unidad. Y llama mónadas justamente a los componentes de la realidad. Los verdaderos átomos de la naturaleza. Son precisamente lo que llama sustancias indivisibles, que no tienen partes. Y, por tanto, no pueden proceder por agregación, justamente porque no tienen partes, ni pueden desaparecer por disgregación.

Añade que las mónadas “no tienen ventanas”, es decir, no pueden comunicarse entre sí. No pueden aparecer más que por creación y no se pueden destruir más que por aniquilación. Explican la totalidad del mundo físico y constituyen el principio final del cuerpo de los seres vivos.

ARMONÍA PREESTABLECIDA

La comunicación entre las mónadas, dice, sólo es posible a través de Dios. De aquí surge un concepto que desde entonces es original y famoso: la armonía preestablecida. En esta armonía nada está fuera de orden, es una armonía exacta. Por tanto, las relaciones entre el alma y el cuerpo no son, dentro de su armonía preestablecida, sino un caso particular de la armonía universal; todo lo que le ocurre al alma está vinculado a lo que le sucede al cuerpo. Dios ha preestablecido la coherencia de las innumerables mónadas de tal manera que es como si se comunicaran; no se comunican realmente pero la armonía preestablecida hace que estén concordes. Por tanto hay una concordancia general en el universo porque Dios justamente ha hecho que el mundo sea de esa manera. El mundo ha sido creado por Dios y es el mejor de los posibles.

LA COMPOSIBILIDAD

El mundo está regido por el principio de la “composibilidad”: las cosas tienen estructuras que las hacen a algunas composibles y a otras no: hay problemas importantes de coherencia en la realidad. Dios ha creado el mundo con el mayor bien posible, de lo que es composible, y así no es que el mundo sea óptimo; sino que es el mejor de los posibles, el que tiene mayor grado de perfección posible, tomando la realidad en conjunto.

Leibniz tiene la idea de que la realidad está compuesta de mónadas, cada una de las cuales refleja el universo entero. Asegura que en la partícula más pequeña se encuentra el reflejo del universo entero.

Cada una de las mónadas conoce en principio, aunque sea de una manera parcial, incompleta, el proceso entero del universo. Y es libre, tiene espontaneidad. Todo, todo en sí misma: las mónadas son cerradas, no pueden percibir nada de fuera, no tienen partes, no tienen ventanas, en definitiva lo que hacen, las acciones de cada mónada, son el despliegue de sus posibilidades internas.

Leibniz, con su portentosa inteligencia, dio un paso gigantesco en el avance científico. Partiendo de una concepción mecanicista del universo, introdujo el concepto de fuerza como agente principal del sistema de la naturaleza.
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