Todos los días, al abrir el diario o mirar en la TV los noticieros, siempre nos encontramos con el destaque de la violencia en general. Los diferentes grupos identificados con odiosas siglas, ya sean el EPP, los sintechos, sintierras, sin cualquier cosa con tal de fastidiar la vida de la mayoría de la población que trabaja y procura tener algo con sacrificio en mayor o menor medida.
Pero he aquí que aparecen enmascarados armados invadiendo propiedades, amenazando, deforestando y hasta matando, en reclamo de un supuesto derecho a la tierra. No para trabajarla, sino para en muchos casos mal usarla, dejándola inservible, y trasladarse a otro lugar para hacer lo mismo.
¿Y los derechos de los propietarios? ¿Para qué, si es más fácil cerrar rutas, secuestrar y todo lo que se pueda hacer, con tal de no trabajar? Solo falta que, copiando a los vecinos del sur, unos cuantos de la OTP, organización de tekorei partida, se amanezcan un día en Ñu Guasu reclamándolo para ellos.
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A modo de broma, pensaba ir sobre Mcal. López frente a la playa de ventas de un amigo y amagar un cierre de calle con huelga de hambre incluida, para sensibilizarlo a que me venda por lo menos a largas cuotas un auto que estoy queriendo comprar. Pero no fue posible porque unos días antes de que lo haga, a Roberto Schubbaum lo mataron cobardemente para asaltarlo frente a su casa como siempre actúan los delincuentes que cada vez están más osados.
¿Hasta cuándo lo debemos tolerar? Esto produce un tremendo dolor que no lo atenúan los analgésicos, pues viene desde el fondo del alma y parece no tener fin. Mientras el operativo Año Paha se lanzaba con gran barullo, un amigo no superaba el esfuerzo de los médicos en la sala de reanimación, y pasaba a formar parte de la larga lista de las estadísticas. ¿Hasta cuándo?
Ignacio A. Zelada