Vivir en otro idioma: 47 años de presencia coreana en el país

Los inmigrantes coreanos llegaron a ser más de 100.000 en Paraguay, pero ahora suman alrededor de 5.000. Este año se cumplen 47 años de su llegada al suelo guaraní, donde convirtieron el trabajo en una moral.

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Sus testimonios son una vasta operación narrativa de sueños, su trabajo, sus esperanzas y su futuro lejos de su milenaria tierra de origen. Pisaron el país sin más riqueza que lo que tenían puesto y ahora manejan empresas que mueven millones. Llegaron a sumar 100.000 almas en suelo guaraní, pero en la actualidad, son menos que los habitantes del barrio Herrera de la capital: apenas 5.000. El ego de los paraguayos de nivel medio bajo le debe que se le haya facilitado acceder a ropa y calzado de marcas como Nike o Adidas mediante el pago a cuotas. El 30% de los huevos del mercado y el 70% de la ropa ofertada en tiendas del Mercado 4 ó Ciudad del Este provienen de sus empresas. Se trata de los inmigrantes coreanos en el Paraguay, que este año, cierran 47 años de presencia en el país haciendo del trabajo una moral.
  
La llegada
   

El 22 de abril de 1965 llegaron los primeros coreanos a Paraguay. Eran 95 familias que corrían de la Guerra de Corea (1950-1953) y de la difícil condición económica que había entonces en su lugar de origen, que tiene 5.000 años de existencia.

Como Paraguay no presentaba muchos obstáculos a los inmigrantes, los coreanos   partieron el 27 de febrero del mismo año desde el puerto de Busan, de Corea, en un barco llamado "Boys Bang".   

Su viaje tuvo la lógica de la utopía migratoria: encontrar la tierra prometida donde prosperar económicamente.   "Mi papá llegó con el primer grupo en la década del 60. Al llegar tenía solo una bolsa de semillas bajo el brazo", mencionó Gustavo Koo (hijo), de 42 años, descendiente nacido en Paraguay de Gustavo Koo (padre), fundador de la granja donde ahora funciona la firma Nutrihuevos, que actualmente produce 600.000 huevos al día en 56 hectáreas en Villeta y que da trabajo a 120 personas.
   
El testimonio de Gustavo es una lección de perspectiva: el azar no produce, el esfuerzo sí. "Me acuerdo cuando mi papá se dedicaba a los pollos en San Lorenzo, vivíamos en un depósito, dormíamos ahí. Conozco muy bien la pobreza y el esfuerzo", mencionó el arquitecto que hace 15 años ya pensó en traer la franquicia de McDonald’s a Paraguay y que se desplaza en una lujosa camioneta BMW.
   
Por su parte, Adolfo Koo, hermano de Gustavo y presidente de Nutrihuevos, ofrece una clave sobre el asunto: "La educación y el trabajo. Trabajamos duro, pero sin descuidar el estudio. Gracias a papá fuimos a estudiar en EE.UU. y luego volvimos a implementar lo aprendido", planteó en tono reflexivo.   

Buenos días trabajo   

El trabajo es una cita con el porvenir: por eso es dinámico. Al llegar los coreanos se dedicaron a trabajar la tierra en zonas como Capiatá, Villeta y San Lorenzo. Luego, los que iban llegando implementaron el sistema de venta de ropas casa por casa y a cuotas.   
   
"Mulió campela" quiere decir que perdiste tu producto. Por tres años vendí ropa. Fue duro porque no hablaba el idioma", comentó Kwang Jin Kim, actual presidente de la Asociación Coreana del Paraguay. El mismo agregó que cuando no estaba cobrando por alguna campera o calzado, Kwang se dedicaba a la pasión mejor distribuida del mundo: el fútbol. Jugó por varios años en la categoría semiprofesional del club Silvio Pettirossi. Hace más de 20 años que respira el mismo aire que los paraguayos.  
   
Otra postal: los supermercados   

Los coreanos también son responsables de otra postal inolvidable: los supermercados en los barrios, que fue la tercera actividad a la que se dedicaron.  Según Yim, Kwang Soo, ex presidente de la Asociación de Coreanos, en el año 1994 había como 800 supermercados en el país, luego fueron disminuyendo ante el avance de las grandes cadenas de supermercados.   

"Estoy hace 15 años y por suerte me va bien con mi supermercado. Ya no pienso volver a Corea", planteó Jazmín Jang, propietario del supermercado "Central", ubicado en Félix Bogado c/ Capitán José Domingo Jara.

La mujer de 56 años tiene una hija que vive en Corea y al principio tuvo problemas en los aspectos más básicos de lo cotidiano: "No entendía por qué los paraguayos te besaban cuando te saludaban", relató la mujer coreana, que convirtió el mal entendido en una peculiar anécdota.

Vivencias   

Las anécdotas de los inmigrantes son como las fotos de la infancia: sirven para avisar que el tiempo ha pasado. Park Hwa Sik tiene 62 años, es vendedor de ropa en el Mercado 4 y llegó al Paraguay en el año 85.  "Pese a que pasó el tiempo, parece que fue ayer. Yo era profesor de arte en Corea y vine para tratar de ganar más dinero. Lo más duro es cuando mi nieta me llama desde Corea y me pide que vaya, pero yo no pienso volver", mencionó el hombre en medio de prendas de vestir ofertadas en su local.   

En 47 años, la imagen del coreano ha cambiado. Ahora es normal verlos entre aparatos electrónicos de marcado modernismo. Este es el caso de Park Sung Hee, propietaria de una conocida tienda en la Galería Central de Palma c/ 15 de Agosto. "Vine hace 15 años y ahora Paraguay es mi segundo país. Tengo mis hijos acá y se trabaja muy bien. Por ahora no pienso volver a Corea", planteó la mujer.   

Cada 1 de mayo se recuerda el Día del Coreano que, según Don Won Park, embajadora de Corea en Paraguay, ha realizado un valioso aporte a la sociedad paraguaya,  y lo más importante, se ha ido identificando con la cultura del país.
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