Día del Mono: ¿qué nos enseñan nuestros parientes primates sobre nosotros?

Familia de macacos.
Familia de macacos.Shutterstock

Cada 14 de diciembre, las redes sociales se llenan de memes, fotos de primates y chistes sobre “nuestros parientes peludos”. Es el Día del Mono, una efeméride que nació casi como una broma universitaria y que hoy se ha convertido en una oportunidad para hablar de ciencia.

Lejos de ser solo un guiño humorístico, el Día del Mono ofrece un espejo incómodo: entender a los monos y otros primates es entender de dónde venimos, cómo funciona nuestro cerebro y qué está ocurriendo con los ecosistemas tropicales que sostienen el clima del planeta.

Cuándo es el Día del Mono y por qué se celebra

El Día del Mono (Monkey Day) se celebra cada 14 de diciembre. Surgió en el año 2000, cuando un grupo de estudiantes de arte de la Universidad Estatal de Michigan, en Estados Unidos, garabateó la frase “Monkey Day” en un calendario como una especie de broma interna.

La ocurrencia prendió, se viralizó con los primeros foros de internet y terminó convirtiéndose en una fecha recurrente.

Con el tiempo, la efeméride fue adoptada por organizaciones conservacionistas, zoológicos y centros de investigación. Hoy se utiliza para:

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  • Llamar la atención sobre el estado de conservación de los primates.
  • Difundir conocimientos sobre evolución, comportamiento e inteligencia animal.
  • Denunciar el comercio ilegal de fauna y el uso de primates en entretenimiento o como mascotas.

En países con alta diversidad de primates, como Brasil, Colombia, Perú o Indonesia, muchas oenegés y universidades aprovechan la fecha para organizar actividades educativas y campañas sobre la deforestación y el tráfico de animales.

¿Somos “parientes cercanos” de los monos? Lo que realmente dice la genética

Uno de los mitos más persistentes es la frase: “descendemos del mono”. La formulación es inexacta. La ciencia evolutiva establece que:

  • Humanos, monos y grandes simios no descendemos unos de otros, sino que compartimos ancestros comunes.
  • A lo largo de millones de años, esas líneas evolutivas se han bifurcado, dando lugar a especies diferentes, adaptadas a entornos distintos.

Monos, grandes simios y humanos: no son lo mismo

Macaco, imagen ilustrativa.
Macaco, imagen ilustrativa.

En el lenguaje cotidiano se mete todo en el mismo saco, pero la biología distingue:

  • Monos: primates que, en general, tienen cola y constituyen dos grandes grupos:
  • Grandes simios: chimpancés, bonobos, gorilas y orangutanes. No tienen cola y están más emparentados con nosotros que con muchos “monos” propiamente dichos.
  • Humanos (Homo sapiens): somos un primate más dentro de este árbol, con peculiaridades, pero no fuera de él.

Qué compartimos genéticamente

La genética ha afinado esos parentescos:

  • Humanos y chimpancés/bonobos comparten aproximadamente el 98–99 % de su ADN.
  • Con gorilas, la cifra ronda el 98 %.
  • Con muchos monos del Viejo Mundo (como los macacos) el porcentaje baja algo más, pero sigue siendo muy alto.
  • Con los monos del Nuevo Mundo, la distancia es mayor, pero aun así comparten una gran parte de los genes fundamentales.

La clave no está solo en el porcentaje global, sino en qué genes difieren y cómo se regulan. Muchos de los genes que compartimos están implicados en:

  • Desarrollo del cerebro.
  • Organización social.
  • Sistema inmune.
  • Estructura de manos y visión frontal.

La gran diferencia no es que “ellos estén atrasados” y nosotros “adelantados”, sino que la línea humana desarrolló una combinación muy particular de cerebro grande, lenguaje complejo y cultura acumulativa, apoyada en cambios genéticos y ambientales específicos.

Qué nos enseñan los monos sobre la inteligencia humana

Lejos de la caricatura del “mono torpe”, los primates no humanos han desafiado durante décadas nuestra idea de qué es la inteligencia.

Los estudios en etología y neurociencia muestran que muchos monos y grandes simios:

  • Resuelven problemas complejos.
  • Anticipan acciones de otros.
  • Recordan eventos pasados con notable precisión.
  • Transmiten conocimientos socialmente.

Uso de herramientas: mucho más que palos y piedras

Mono capuchino. Imagen ilustrativa.
Mono capuchino. Imagen ilustrativa.

El uso de herramientas se consideraba durante mucho tiempo una exclusiva humana. Ya no.

  • Los chimpancés utilizan ramas modificadas para “pescar” termitas, piedras para romper nueces y hojas a modo de esponjas para beber agua.
  • Algunos capuchinos en Sudamérica emplean piedras como martillos y yunques para romper frutos de cáscara dura. En ciertos lugares se han documentado “yacimientos” de piedras usadas de forma reiterada, lo que algunos autores describen como una forma rudimentaria de “tradición tecnológica”.
  • Macacos en zonas turísticas de Asia han aprendido a robar objetos a los humanos (gafas, teléfonos) y “negociar” su devolución a cambio de comida, lo que implica aprendizaje, memoria y evaluación de “valor” del objeto.

Estos comportamientos no aparecen por azar en un solo individuo: se propagan socialmente, lo que abre la puerta a hablar de “culturas” animales en sentido descriptivo (conjuntos de prácticas transmitidas socialmente).

Memoria y aprendizaje: el laboratorio confirma lo que se ve en la selva

Experimentos con macacos rhesus, titíes o capuchinos han mostrado capacidades de memoria de trabajo y memoria a largo plazo comparables a las de niños humanos en ciertas tareas.

Mono Rhesus.
Mono Rhesus.

En pruebas computarizadas, algunos monos:

  • Recuerdan la localización de estímulos visuales tras varios segundos de demora, apoyándose en redes de la corteza prefrontal y el hipocampo similares a las nuestras.
  • Son capaces de aprender secuencias y reglas simples (“si A, entonces B; si C, entonces D”), un pilar básico del razonamiento simbólico.

La neurociencia ha mapeado en estos animales muchos de los circuitos cerebrales implicados en atención, recompensa, toma de decisiones y control motor fino, precisamente porque su cerebro es lo bastante cercano al nuestro como para servir de modelo, pero no idéntico.

Cooperación, justicia y empatía: las raíces sociales de lo humano

Mono capuchino.
Mono capuchino.

La vida en grupo de muchos primates es un laboratorio natural de política y moralidad básica:

  • Experimentos clásicos con capuchinos mostraron que estos monos rechazan recompensas “injustas”: si uno recibe pepino y el de al lado uva por el mismo trabajo, el primero a menudo se niega a continuar o tira el pepino. No es moral humana, pero sí una forma de aversión a la inequidad.
  • En primates como los bonobos y los chimpancés, se han documentado comportamientos de consolación, donde individuos calman a otros después de un conflicto, lo que sugiere formas de empatía rudimentaria.
  • En monos cooperativos, como los titíes, se observa un alto grado de crianza compartida y vigilancia conjunta frente a depredadores, con señales vocales específicas para distintos tipos de amenazas.

Estos hallazgos apuntan a que algunas bases de nuestra sensibilidad a la cooperación, la reciprocidad y la injusticia no surgieron de la nada en Homo sapiens, sino que se apoyan en cimientos sociales mucho más antiguos.

Duelo y apego: cuando un mono llora a sus muertos

Mono aullador.
Mono aullador.

En los últimos años se han recopilado observaciones sistemáticas de duelo en primates:

  • Madres de diversas especies de monos y grandes simios han sido observadas transportando durante días o semanas a sus crías muertas, acicalándolas o defendiéndolas de carroñeros.
  • En algunos grupos, la muerte de un individuo clave (una madre, un macho alfa, una hembra muy social) altera durante meses los patrones de interacción y los niveles de estrés medidos en hormonas como el cortisol.

Aunque es difícil interpretar estos comportamientos con nuestras categorías humanas, la combinación de conductas de apego, cambios fisiológicos y modificaciones sociales sugiere que el dolor por la pérdida no es patrimonio exclusivo de nuestra especie.

Cultura en primates: tradiciones que no pasan por los genes

Macaco.
Macaco.

Uno de los descubrimientos más influyentes de la etología moderna es que existen tradiciones locales en muchos grupos de primates:

  • En Japón, se documentó a mediados del siglo XX cómo una joven macaca comenzó a lavar batatas en el agua antes de comerlas. La conducta se extendió primero entre sus parientes y luego al resto del grupo, manteniéndose durante generaciones.
  • En chimpancés africanos se han descrito decenas de variantes culturales: técnicas específicas para cazar, “modas” en saludos o maneras de usar herramientas, que difieren de una población a otra aun cuando el entorno físico es similar.

La transmisión se da principalmente por aprendizaje social: imitación, atención a individuos prestigiosos, ensayo y error guiado.

La neurociencia empieza a identificar redes vinculadas a esta capacidad de “aprender observando”, que en humanos se ha llevado al extremo con el lenguaje, la escuela y los medios de comunicación.

Cada 14 de diciembre, entre meme y meme, el Día del Mono ofrece una oportunidad poco habitual: celebrar la diversidad de nuestros parientes primates y preguntarnos qué clase de parientes queremos ser nosotros.