La presidenta de Brasil Dilma Rousseff deshizo el nudo de una cinta amarilla y verde, y con un derechazo dio el “puntapié de inauguración” en el medio del campo al lado del secretario general de la FIFA Jerome Valcke, los exastros Cafú y Bebeto, el presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) José Maria Marin, y las autoridades locales.
“Es el primer estadio de la segunda fase que entregamos”, dijo Rousseff, que adelantó que el Beira Rio de Porto Alegre será entregado a “finales de enero”.
Ya seis estadios se inauguraron el año pasado para la Copa Confederaciones. La FIFA había fijado una fecha límite de entrega de las 12 sedes para el 31 de diciembre pasado, pero tuvo que descartar ese plazo, ya que la mitad de los estadios aún están en obras.
Rousseff se dirigirá más tarde a Suiza, no sólo para participar en el Foro Económico de Davos, sino también para reunirse con el presidente de la FIFA, Joseph Blatter.
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A principios de este mes, Rousseff contrarrestó las críticas de Blatter sobre los preparativos tardíos de Brasil para el evento, al insistir en que el país sería capaz de albergar la “Copa de Copas”.
“Punto crítico"
El bombazo que Valcke lanzó sobre Curitiba -ciudad en la que el campeón España tiene previsto concentrarse y disputar un partido- puso nuevamente en el centro de atención la capacidad del país anfitrión para tener en óptimas condiciones y a tiempo, no sólo los estadios, sino también los aeropuertos y vías de transporte.
El martes, Valcke dijo con respecto al Arena da Baixada de Curitiba: “No podemos organizar un partido sin un estadio, esto ha llegado a un punto crítico”.
El Arena da Baixada, propiedad del Atlético Paranaense, no ha instalado ni el gramado, a cinco meses del inicio del Mundial, que se disputará del 12 de junio al 13 de julio.
Valcke dijo que la FIFA volverá a evaluar Curitiba, y advirtió que, si no ve avances claros en su próxima visita el 18 de febrero, el estadio podría quedar fuera del torneo.
Pero Rousseff es optimista: los responsables “van a hacer el estadio en el plazo”, dijo.
Otro estadio que preocupa es el Arena Corinthians de Sao Paulo, que acogerá el partido inaugural y debe ser entregado a mediados de abril después del fatal accidente en sus obras que dejó dos muertos en noviembre.
En paralelo, la FIFA inspecciona los estadios que ya están listos. Este miércoles le tocó al Mané Garrincha de Brasilia. Allí, el ente del fútbol pidió que se deje descansar el gramado, un aspecto que ya se había criticado antes.
“No habrá Copa"
El Arena das Dunas tiene capacidad para 42.000 personas y costó 210 millones de dólares, 15% más al presupuesto que tenía asignado.
Unas 400 personas —la mayoría empleados públicos— protestaron en las cercanías del estadio en contra de los gastos que conllevó la Copa y lanzaron piedras contra dos vehículos de la comitiva presidencial, informó el canal Globo News. Se desconoce cómo llegó Rousseff al recinto.
Los manifestantes trataron de interrumpir el paso de los autos oficiales, pero la policía lo impidió. No se usó gas ni hubo detenidos, reportaron los medios locales.
En un muro, uno de los manifestantes escribió: “No va a haber Copa”.
Brasil ha invertido cerca de 4.000 millones de dólares en los estadios para su primera Copa Mundial en 64 años, el doble de lo previsto.
En junio del año pasado, más de un millón de personas salió a las calles del país para reclamar mejoras en salud y educación, y para condenar los excesivos gastos que Brasil realizaba para albergar los grandes eventos deportivos que organizará. En 2016, Rio de Janeiro será sede de los Juegos Olímpicos.
