Que lo diga el extremo Antonio Nunes 'Lico', que no pudo formar en el partido de desempate, jugado el 23 de noviembre en el estadio Centenario de Montevideo.
El punta Adilio terminó ese mismo partido en Chile con el rostro ensangrentado
Los rivales que sufrieron a Soto aseguran que su animadversión hacia los brasileños nació de la mala experiencia que tuvo en el corto tiempo que pasó en Palmeiras, a donde llegó en 1997 con la fama de haber sido caudillo y figura de Unión Española.
El corpulento central, a quien solían llamar 'el Carnicero', y en forma más comedida 'María', aunque no propiamente por su aroma a santidad, hizo saber a quien le preguntó que la rivalidad con Flamengo fue apenas un asunto de negocios.
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En otras palabras, el equipo carioca, que debutaba en la Libertadores ese año, y Cobreloa, codiciaban el título y lucharían por tenerlo con todos sus argumentos.
Tres días antes del tercer partido de la final, Cobreloa había derrotado a Flamengo por 1-0 en el estadio Nacional de Santiago de Chile y así neutralizaba la victoria del 'Mengao' por 2-1, el 13 de noviembre en el Maracaná.
Si el partido de ida de la final jugado en Río de Janeiro fue un aperitivo de la mala intención, en la capital chilena quedó declarada la brutalidad en la confrontación como alternativa al fútbol.
"El jugó con una piedra en la mano y le dio pedradas a varios jugadores de nuestro equipo", afirmó el diez Artur Antunes Coimbra 'Zico' al denunciar la conducta de Mario Soto.
La violencia campeó también en el estadio Centenario hasta el punto de que cinco jugadores resultaron expulsados: los brasileños Andrade y Anselmo, así como Soto, quier era el capitán de Cobreloa, y sus compañeros Armando Alarcón y Eduardo Jiménez.
Ese 23 de noviembre los Zorros del Desierto fueron amansados con un doblete de Zico.
Sobre el final, el entrenador Paulo César Carpegiani mandó a la cancha al ariete Anselmo con un solo objetivo: "Vaya y rómpale la cara a Soto".
Y el delantero suplente Anselmo, que a los 22 años soñaba destacar por sus goles, hizo una excepción y cumplió a rajatabla la orden de Carpegianni.
Esa roja no dolió tanto.
El desenlace de la Copa Libertadores de 1981, "fue la victoria del fútbol sobre la violencia", declaró con alivio Zico.
El ídolo de todos los tiempos de Flamengo aseguró el título con sus goles, pero no escapó al rigor de los métodos nada santos de Soto.
