Berra arrancó con “Nada más” e “Instante”, dos temas lentos, algo arriesgado pues bajó los decibeles del ambiente del boliche. Pero nota a nota su propuesta fue creciendo, acompañado por un coro de gente al principio un poco tímido.
Gracias a su sencillez y un carisma natural, el músico pudo ganarle al barullo intermitente, puesto que el local quizás no era el más apropiado para una propuesta como la suya. Pero a base de anécdotas e historias de su vida, fue domando a la multitud.
Adrián, gran virtuoso de la guitarra, hechizó con sus propios temas que, quizás aquí no sean masivamente conocidos, pero más de uno habrá salido queriendo conocerlo más.
Así hizo también músicas como “No quiero”, “La pelota de Roberta”, “Mi negra rubia”, “El funeral”, “Evolución”, “Efecto de sincronicidad”, “Desaprender”, y más, intercalando obras de su último disco “Mundo debajo del mundo”, como de sus primeros trabajos. Incluso hizo al público lanzar frases para componer en décimas, añadiendo más letra a su tema “Décimas truncas”.
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Aún aquejado por un problema de sonido casi todo el concierto, Berra se entregó con todo y, ya hacia el final bajó del escenario para, como en una gran peña, cantar y tocar sin amplificación y entre la gente. Aquí el coro creció y cantó con él, entre palmas y gritos, logrando una sincera comunión.
“Gracias por el aguante, a pesar de todo”, expresó finalmente, con una sonrisa franca y manifestando sus ganas de volver.
