La directora británica Gurinder Chadha representa la historia del rock en este filme. Pero no estamos diciendo que se trata de como Bill Haley, Elvis Presley o Chuck Berry empezaron a girar esta rueda, sino que como ha sido el influjo del rock en cada joven que ha buscado una respuesta o una manera de entender el mundo a través de las canciones.
La película es la historia de un chico de origen paquistaní (Viveik Kalra) que vive en una ciudad británica en 1987. Se encuentra atrapado entre las exigencias de su padre musulmán y el racismo que enfrenta en las calles. Este muchacho no se siente ni musulmán ni británico, y busca algún desahogo en la literatura, pero es en las canciones de Bruce Springsteen en que encuentra algo con que identificarse, un lugar de donde partir para enfrentar un mundo arisco. Es la historia con la que cualquier chico del mundo podrá identificarse, a lo largo de todos estos años.
El filme cae en algunos estereotipos, pero eso no le resta valor al confrontar temas como raza e identidad, temas siempre peliagudos en cualquier época. Y es también un buceo en la música de Bruce Springsteen, uno de los grandes poetas que han encontrado en el rock un vehículo para expresar sus versos.
Es bueno que el filme nos llegue antes que “Yesterday“, la película de Danny Boyle sobre el muchacho británico –también de origen asiático– que se quedó con toda la memoria de las canciones de los Beatles. Ambas películas representan relecturas de la música popular de los últimos cincuenta años con abordajes diferentes a las clásicas biopics. Una película que todo fanático del rock no debe perderse. Y, como siempre digo, apúrese, antes de que salga de cartelera. Ya tiene la desventaja de haberse estrenado solo en algunas salas.
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