En su séptimo concierto del Ciclo de Abono, la OSCA presentó un concierto emocionante, por la variedad de sensaciones que generó gracias a obras bien diferentes, pero semejantes en la pasión con la que fueron ejecutadas.
El recital se inició con la gozosa y centelleante obertura de la opereta cómica “El murciélago”, de Johann Strauss. De la grandiosidad y pomposidad de los valses del austriaco, la OSCA pegó un salto para presentar el Concierto por la paz, para marimba y orquesta, de Pablo Aguirre, con el solista mexicano Javier Nandayapa.
Esta obra, que fue compuesta en este milenio y estrenada en 2014 en México, plasma las impresiones del compositor acerca de la paz. “La plenitud interior, la ausencia de angustia desde lo individual y la guerra como práctica injustificable de lo social” fueron los disparadores para que el argentino creara la obra.
La paz, un estado que para muchos podría traducirse en calma o tranquilidad, en esta creación de tres movimientos cobra hondas dimensiones gracias a la predominancia del sonido grave y envolvente de la marimba. Se hace vívido lo que uno atraviesa como persona individual o como ser humano social para lograr dicho estado. Las intervenciones fuertes y repentinas de la orquesta, atravesando el sonido de la marimba, recrean el caos que antecede a la búsqueda de esa paz, que con el transcurso de los movimientos va llegando. Así, la participación de Nandayapa ya fue explosiva desde un principio.
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De ese estado de júbilo y satisfacción, el concierto llegó después a un ambiente folklórico, gracias a los Sones Chiapanecos, arreglados por el mismo Nandayapa. Aquí se sumó la percusionista Asunción Cantero, quien se lució con su gran intervención de vibráfono.
Nandayapa, Cantero y la OSCA crearon una impactante amalgama de sonidos con esta obra que llevó al público imaginariamente al estado de Chiapas. Javier y Asunción al frente, llevaron con altura un duelo instrumental fascinante de ver y escuchar. El público estalló en aplausos de pie, y el mexicano entregó fuera de programa “Libertango”, con la marimba.
El intermedio sirvió para recuperarse de la intensidad de la primera parte, pero lo que vendría después sería aún más desafiante para el público. Aquí sonó primero el movimiento “El ave azul”, de la Suite para aluphone, marimba y orquesta, de Jesús Alfredo Martínez.
La pieza, de características minimalistas, encara la música desde la visión de ir generando con las repeticiones de una frase o melodía, diferentes climas, atmósferas y colores. Como mirar una cosa desde diversas perspectivas.
De este panorama, de una obra que utiliza lo mínimo para producir variados efectos, llegó el broche de oro con la magistral suite “El pájaro de fuego”, de Igor Stravinsky, que está en el polo opuesto de lo que representó la obra de Martínez en cuanto a composición.
Esta obra célebre del creador ruso, rompedor de estructuras en su época, sonó sólida en manos de la OSCA. Guiada por un preciso y enérgico Campbell, la agrupación sinfónica coronó así este variopinto y rico concierto, un lujo para quienes asistieron y aplaudieron de pie más de una vez.
