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Ella trabajaba junto con su hija Julia Isidrez. Juntas elaboraban piezas de cerámica en las que se conjugaban la tradición precolombina y colonial apuntando a una expresión moderna.
Sus obras fueron expuestas en la Bienal del Mercosur en Porto Alegre y en varias galerías y museos del mundo. Juntas obtuvieron el premio Villa de Madrid y también el Primer Premio en la Bienal Martel de Arte Contemporáneo (1994).
Acerca de su obra, Osvaldo Salerno, director del Centro de Artes Visuales Museo del Barro, dijo en una oportunidad que “el trabajo de estas dos mujeres se enriquece con naturalidad, con violencia a veces, de las imágenes extrañas acercadas por la modernidad periférica, dando como resultado un repertorio que integra los elementos más dispares”.
Utilizando la tierra, el agua y el fuego, madre e hija creaban obras que estaban nutridas de la memoria colectiva pero vinculada con los imaginarios actuales. “Un extraordinario caso de apropiación transcultural de gran interés tanto para la teoría del arte latinoamericano contemporáneo como para la producción actual de dicho arte”, expresa.
Sus restos son velados en su casa en la compañía Caaguazú de Itá.