Sirope con sabor a Sanz

Una alta calidad musical y un gran despliegue de tecnología fueron los sólidos ingredientes del memorable concierto que dio el carismático cantante español Alejandro Sanz el domingo último en el Club Olimpia ante miles de personas, en el marco de su gira denominada “Sirope”.

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“Yo de pequeño tenía un sueño”, fue la frase que, proyectada en las pantallas, marcaba el inicio del show de Alejandro Sanz. En el escenario aún no se divisaba a nadie y, sorpresivamente, el cantante ingresó desde abajo, encabezando una marcha seguido en fila por sus músicos, pasando muy cerca del público, para luego subir y empezar con “El silencio de los cuervos”, “Desde cuándo” y “Quisiera ser”.

“Es un honor y un placer para mí volver a este bendito país. Gracias por darme la oportunidad de cantarles de nuevo. Esto va por ustedes, disfrútenlo y pásenla bien”, dijo, para continuar con “No me compares” y “La música no se toca”.

Un enganchado de “Amiga mía”, “Mi soledad y yo” y “Y si fuera ella” antecedió a “Corazón partío”, interpretada a dúo con la cantante paraguaya Sol Pérez, de Dalí, quien mostró mucha actitud y desenvoltura.

Siguió con “Labana”, “Camino de rosas”, “Un zombie a la intemperie” y “No es lo mismo”. Para “Looking for Paradise” cantó con su corista Sara Devine, dueña de una poderosa voz y una simpatía contagiante.

Ya en la recta final, Sanz se adueñó del piano en un clima intimista, para hacer “Lo ves” y “A que no me dejas”. De las baladas dio un giro para volver al ritmo con “Capitán Tapón”, “Viviendo de prisa” y “Pisando fuerte”, que puso punto final al show.

El espectáculo mostró un imponente despliegue tecnológico en cuanto a pantallas y escenografía, la cual estaba compuesta de luces que formaban diferentes figuras que subían y bajaban y cambiaban de color.

Además, Sanz vino acompañado por nueve músicos, todos multiinstrumentistas, de los cuales cuatro eran mujeres, quienes aparte de tocar trompeta, piano y bajo, también alternaban la tarea de coristas. Fue un placer ver cómo en todo momento el español daba protagonismo y alababa a su conjunto, pidiendo siempre aplausos para ellos. Así, además de su estilo particular al cantar, Sanz se destaca también por una gran humildad y un carisma indiscutible.

La euforia del público fue tal que, para varias canciones, Sanz dejó que fueran su coro. Al final, pudimos saber que su sueño de pequeño era cantar para y con la gente.

Lo negativo ocurrió en el VIP, donde hubo quejas por lugares mal ubicados, lo que generó un retraso en la entrada a este sector, por un malentendido de la productora.

victoria.martinez@abc.com.py

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