El cielo de San Cosme sigue maravillando. Con un planetario y un observatorio, la gente puede deleitarse de una de las ciencias más antiguas del mundo: la astronomía. Casi tres siglos antes, en esta misma zona habitaba Buenaventura Suárez, pionero del estudio de los cuerpos celestes en la región.
Según los registros bautismales de la catedral de Santa Fe, Argentina, Suárez nació el 14 de julio de 1679, aunque la historia oficial jesuita da como fecha el 3 de setiembre. Ingresó a la Compañía de Jesús a los 15 años, en la sede principal de Córdoba, lo que le permitió explorar, dentro del contexto, libremente distintos campos del conocimiento, y aprendió astronomía y otras áreas de las ciencias naturales.
El astrónomo
Suárez es recordado por Lunario de un siglo, un libro que le llevó décadas de observaciones astronómicas meticulosas y pacientes. “Lunario de un siglo. Que comienza en enero del año de 1740, y acaba en diciembre del año de 1841, en que se comprenden ciento y un años cumplidos. Contiene los aspectos principales de Sol, y Luna, esto es las conjunciones, oposiciones y cuartos de la Luna con el Sol, según sus movimientos verdaderos, y de la noticia de los eclipses de ambos luminares que serán visibles por todo el siglo en estas misiones de la Compañía de Jesús en la provincia de Paraguay... Danse al fin de él reglas para que cualquiera, sin matemática, sin aritmética, pueda formar de estos Lunarios de un siglo los de los años siguientes desde 1842 hasta 1903”, dice la primera página.
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Lunario de un siglo fue publicada por vez primera en 1743, a decir del padre Clemente McNaspy, sacerdote jesuita, mientras que para Blas Servín la primera publicación data de 1744. La última edición, una reimpresión facsimilar de la de 1748, se presentó en el 2011 y fue impulsada por la Secretaría Nacional de Turismo, la Secretaría Técnica de Planificación y la Agencia Española de Cooperación Internacional.
Suárez tuvo que fabricar sus instrumentos. “No pudiera haber hecho tales observaciones por falta de instrumentos (que no se traen de Europa a estas provincias por no florecer en ellas el estudio de las ciencias matemáticas) a no haber fabricado por mis manos los instrumentos necesarios para dichas observaciones, cuales son reloj de péndulo con los índices de minuto primero y segundos, cuadrante astronómico para reducir, igualar y ajustar el reloj a la hora verdadera del Sol, dividiendo cada grado de minuto en minuto telescopio o anteojo de larga vista de solo dos vidrios convexos de varias graduaciones desde 8 hasta 23 pies”, dice en la introducción de su obra.
Lunario de un siglo incluye la diferencia de tiempo entre San Cosme y Damián y ciudades europeas, americanas y asiáticas con impresionante precisión.
La historia oficial norteamericana sostiene que una carta de Benjamin Franklin a Peter Collison sobre experimentos con cometas eléctricos datada en 1752 y publicada en la Philosophical Transactions de la Royal Society of London es la primera publicación científica del nuevo continente.
Sin embargo, en la misma publicación, Philosophical Transactions, Suárez ya había publicado escritos astronómicos entre 1748 y 1749, según el Almanaque Astronómico, del Club de Astrofísica del Paraguay.
