La menguada credibilidad de las autoridades sanitarias en la cuestión de la lucha contra el covid-19 ha recibido un nuevo golpe con los últimos escándalos registrados a raíz de las pruebas que se han realizado y que han resultado dudosas, al menos en algunos casos notorios. A estas alturas, ya cobra fuerza la impresión de que las autoridades no están dando las necesarias explicaciones sobre ciertos hechos inquietantes o, lo que es peor, de que tratan de eludir sus responsabilidades. Ya en el escándalo de los insumos chinos rechazados tras una contratación irregular, el ministro Julio Mazzoleni trató de minimizar su impacto asegurando que habría otros procesos de contratación en curso que permitirían contar a tiempo con el equipamiento sanitario suficiente para enfrentar la crisis, y afirmando que el hoy sumariado Pablo Lezcano, exjefe de la Unidad Operativa de Contrataciones, habría sido apartado del cargo por “razones personales”. Sus reportes sobre los casos confirmados, los fallecidos y los recuperados son útiles para que la ciudadanía esté al tanto de la evolución de la pandemia, al igual que sus advertencias acerca de la conducta social requerida en estas graves circunstancias. Por tanto, cualquier duda que surja en la población acerca de la veracidad de sus dichos constituye una estocada a la intención de llegar a buen puerto en esta delicada situación.
Va de suyo, entonces, que hace falta más transparencia para disipar la inquietud de la gente con respecto a ciertas cuestiones que le afectan y que han cobrado estado público, sin que el Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social (MSPyBS) haya dado hasta ahora informaciones concluyentes. Uno de los asuntos delicados en esta campaña se refiere a los test realizados para detectar el contagio, de modo que quienes se han sometido al examen sepan el estado en que se hallan y el Gobierno pueda ir adoptando las medidas que estime oportunas, empezando por el rigor y la extensión de la cuarentena. Es clara la conveniencia de que los exámenes lleguen a gran parte de la población, algo que no se ha logrado, sin que se advierta una campaña más enérgica al respecto, quizá por falta de insumos para atender una mayor demanda. En tal sentido, la Dra. Carolina Aquino, directora del Laboratorio Central del Ministerio, dijo que el mismo está “sobrepasado” en cuanto a las tomas de muestras, lo que supone una preocupante debilidad de la estrategia sanitaria, pues no se contaría con datos ciertos para diseñarla y ejecutarla. No basta con que las pruebas se multipliquen en la medida de lo posible, sino que también es obviamente necesario que ellas sean confiables.
Uno de los casos que han generado las mayores dudas se refiere a las pruebas realizadas a 35 futbolistas del Club 12 de Octubre, dados en principio como positivos, pero al final resultó que solo tres de ellos estaban infectados. Según el primer test, realizado por el Instituto de Investigación en Ciencias de la Salud, dependiente de la Universidad Nacional de Asunción, todos ellos habrían contraído la dolencia, lo que obligó a postergar la reanudación del torneo Apertura de la Asociación Paraguaya de Fútbol (APF), en medio de un escándalo de acusaciones cruzadas. Es plausible, por tanto, que las autoridades ministeriales hayan anunciado que en breve darán mayores precisiones al respecto. Es de esperar que las respuestas a las dudas existentes sean convincentes, y que el ministro Mazzoleni no vuelva a minimizar los hechos, sino que proporcione argumentos satisfactorios que contribuyan a contrarrestar la creciente desconfianza de la gente.
Otro ejemplo acerca de la inseguridad de los resultados tuvo como protagonista al diputado Sebastián García (PPQ), en quien un laboratorio privado había constatado una alta carga viral. Dos análisis posteriores, a cargo del Laboratorio Central del MSPyBS, arrojaron un resultado negativo, pero no sin antes de que, según el legislador, el propio Ministerio haya revelado la errónea conclusión inicial. En vista de que los casos mencionados involucraron a una persona conocida y a una actividad muy popular, como el fútbol, es probable que no sean pocos los casos hoy ignorados de “falsos positivos” y también de “falsos negativos”, siendo estos últimos aún más inquietantes, pues la distorsión de la realidad impediría la adopción de oportunas medidas de orden individual y colectivo. Estos hechos han dado entidad al fantasma de la falta de insumos esenciales y de calidad, denunciada por la Dra. Graciela Russomando, coordinadora de los laboratorios de investigación, y otros profesionales, lo que fue desmentido –ojalá que con razón– por el ministro Mazzoleni.
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Para acentuar el descontento y la desconfianza de la gente, el presidente Mario Abdo Benítez apareció con un brulote hasta si se quiere ofensivo. Dijo que quienes critican al ministro Mazzoleni “ni para una olla popular contribuyeron”. En primer lugar, el jefe de Estado debe saber que para ejercer un derecho constitucional, como el de la libertad de expresión, no se necesita realizar ninguna contribución para una olla popular. El ciudadano sí debe pagar sus impuestos, y el Estado debe utilizar correctamente esos recursos. Si así lo hubiera hecho, no habría sido necesario recurrir a las ollas populares. Por lo que se ve, para Marito, criticar a quien está a sueldo de los contribuyentes presupone haber aportado a una comida en común.
De los incidentes mencionados surge que es imperioso que el personal sanitario sea bien capacitado para tomar las muestras y analizarlas, empleando recursos materiales de buena calidad. Hasta la fecha, es poco lo que el ministro Mazzoleni ha dicho al respecto, de modo que no estaría mal que informe a la población, con franqueza, acerca de qué tan confiables son los test. Debería comprender que ella tiene derecho a saberlo y que él, como ordenador de gastos y administrador de la cartera de Salud Pública, debe justificar sus actuaciones y, eventualmente, asumir las responsabilidades propias del cargo ocupado, tolerando las críticas y valorando los sacrificios de la gente. Es penoso decirlo, pero si no se siente en condiciones de lograrlo, lo mejor que él podría hacer es simplemente dar un paso al costado.