Los resultados de las últimas elecciones internas dejaron muchos temas que analizar desde distintos aspectos. La baja participación esperada es el reflejo de la pérdida de confianza de parte del ciudadano en que el sistema de elecciones no conduce a un mejoramiento de su vida cotidiana. Y esto pasa principalmente porque los candidatos no inspiran confianza de parte de la sociedad.
Los ejemplos más llamativos son precisamente los casos de Asunción, Ciudad del Este y Luque. El ganador de las internas de la ANR en Asunción, el actual intendente Óscar “Nenecho” Rodríguez, está imputado penalmente y ni siquiera vive en la ciudad que pretende administrar. En Luque, quien resultó triunfante por el mismo partido, Carlos Echeverría, es hombre del exinfluyente senador y titular del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados (JEM), Óscar González Daher, condenado por tráfico de influencias, lavado de dinero y declaración falsa. Como si esto no fuera suficiente, en Ciudad del Este, Ulises Quintana, diputado procesado por asociación criminal en caso de tráfico de drogas, representará al partido gobernante en las próximas elecciones municipales. El Gobierno de Estados Unidos le ha prohibido ingresar a ese país por tener supuestamente vínculos con “el crimen organizado transnacional”.
¿Qué pueden ofrecer a la ciudadanía candidatos como los mencionados? Pensar o actuar en beneficio del interés general es lo contrario a su esencia misma, ya que sus antecedentes les pintan como personas interesadas en ascender en política sin importar que para ello deban recurrir al dinero de oscuros orígenes.
De estos candidatos impresentables no puede esperarse que tengan vergüenza, pues sus antecedentes indican que el respeto de la ley es lo que menos les interesa. Pero el principal problema que aqueja a nuestra sociedad es la impunidad garantizada por el sistema judicial y fiscal. Jueces y fiscales son designados en ternas del Consejo de la Magistratura sobre la base de acuerdos políticos u órdenes de caudillos poderosos, que posteriormente se ratifican en la Corte. Así, estos cargos dependen muchas veces de patrones que a su vez sostienen sus campañas políticas con dinero proveniente del contrabando, el tráfico de drogas, etc. La maquinaria de la corrupción funciona a la perfección, garantizando que candidatos manchados por hechos ilícitos lleguen nuevamente a ocupar espacios de la administración pública.
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Por décadas, el Estado estuvo en manos de personajes de la ANR, producto del control del sistema electoral y la manipulación del funcionario público que accede, incluso hasta hoy, a un puesto de trabajo a cambio de convertirse en operadores encargados de arrear personas a votar, aunque el candidato sea el Pato Donald.
Del otro lado, la oposición sigue cometiendo los errores que le impiden constituirse en opción diferente. Los egos e intereses sectarios derivan en disputas encarnizadas de dirigentes y grupos que no logran encontrar puntos en común para luego ser atractivos para la población.
Para desplazar a la maquinaria infernal enquistada en la cúpula dirigente del país y sus sostenedores, la gran tarea de las agrupaciones y líderes de la sociedad que propugnan el cambio con el anhelo de mejorar la vida de los paraguayos y paraguayas, consiste en presentar ideas concretas con candidatos decentes y creíbles a partir de su historia de vida.
Por su parte, la sociedad debe comprender que un futuro mejor para nuestro país depende de la participación masiva en las elecciones, castigando con el voto a los responsables de la pésima gestión o de su participación en actos de corrupción.