El Mercosur se moderniza o muere

Este artículo tiene 4 años de antigüedad

El ministro de Economía de Brasil, Paulo Guedes, dijo que el Mercosur tiene que ser modernizado y que, si alguno de los socios no está cómodo con ello, debe retirarse. Más allá de la arrogancia de las declaraciones del ministro, si realmente es así, Paraguay tendría que apoyar la iniciativa con el mayor de los entusiasmos. Si ahora los líderes de la región, con sus modelos agotados y sus economías en crisis crónica, se dan cuenta de que esto no da para más y de que ha llegado el momento de “modernizarse”, y si ello implica mayor apertura y mayor justicia, enhorabuena. La próxima renegociación del Anexo C del Tratado de Itaipú y la pendiente revisión de los términos de Yacyretá son excelentes parámetros para medir las verdaderas intenciones.

El ministro de Economía de Brasil, Paulo Guedes, dijo que el Mercosur tiene que ser modernizado y que, si alguno de los socios no está cómodo con ello, debe retirarse. Según publicaciones de la prensa, por “modernización” aparentemente se refiere a una reducción general de aranceles para extrazona y a la posibilidad de que los miembros negocien acuerdos comerciales individualmente con terceros. Más allá de la arrogancia de las declaraciones del ministro, si realmente es así, Paraguay tendría que apoyar la iniciativa con el mayor de los entusiasmos.

En la práctica, el Mercosur nunca ha servido en la medida de las expectativas al interés nacional y, puestos estos treinta años en la balanza, le ha traído al país más perjuicios que beneficios. Paraguay ha sido el único miembro que ha tenido que elevar –y muy considerablemente– el promedio de sus tarifas a sus importaciones para converger con el Arancel Externo Común (AEC), con lo cual ha tenido que resignar una posición de economía más abierta, más acorde con los tiempos, para alinearse con los modelos económicos tradicionalmente cerrados y proteccionistas de sus vecinos, sin sacar a cambio un provecho por lo menos equivalente.

Cuando se firmó el Tratado de Asunción, el 26 de marzo de 1991, Paraguay salía de una larga dictadura y de un estado de profundo aislamiento de la comunidad internacional, en épocas en que ya se habían restaurado la mayoría de las democracias en América Latina y ya comenzaba a aplacarse la Guerra Fría. En tal sentido, políticamente, el Mercosur fue un gran espaldarazo al proceso que se iniciaba y sin dudas contribuyó en su momento a consolidar nuestra propia democracia y a reinsertar al Paraguay en el mundo.

Económicamente, sin embargo, nada fue lo que se esperaba. Mucho se habló en aquel momento de cuál sería la estrategia del Mercosur. Podía convertirse en una plataforma para abrirse a la economía internacional, para tener una posición de mayor peso en los organismos multilaterales y poder proyectar las magníficas potencialidades de nuestra región hacia afuera, o bien podía constituirse en un cerco hacia adentro, en el que Brasil y en menor medida Argentina se repartirían las cuotas de un mercado cautivo y se protegerían mutuamente ante la competencia extranjera. De más está decir que fue esto último lo que ocurrió.

Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy

El más perjudicado por esta situación ha sido Paraguay, por varias razones. La primera, como ya se ha dicho, es que Paraguay ya tenía una economía abierta, estaba acostumbrado a competir y había acumulado un importantísimo know how comercial, al cual paulatinamente ha tenido que ir renunciando. Si esto a largo plazo ha sido malo para todos, como ahora implícitamente Brasil parece reconocer, lo fue mucho más para nuestro país, por su condición de mediterráneo y, principalmente, por la limitada escala de su mercado interno, lo que necesariamente ata su crecimiento y su desarrollo a los intercambios comerciales con el exterior.

Es cierto que el Mercosur es el principal socio comercial de Paraguay y que la balanza comercial es superavitaria, pero, por un lado, ello probablemente habría ocurrido de todos modos, como lo demuestra el caso de Chile, que nunca quiso ser socio pleno, y, por el otro, eso no es necesariamente una buena señal. En realidad, no es más que la confirmación de que el Mercosur ha encapsulado al Paraguay y ha reprimido sus posibilidades de diversificar sus exportaciones y de vincularse más directamente con el mercado global.

En los foros multilaterales y en las negociaciones comerciales con otros bloques o países el Mercosur siempre ha puesto por delante los intereses de sus dos grandes socios y de sectores específicos de sus economías, y Paraguay ha tenido que adherirse a ellos como furgón de cola, independientemente de si le convenía o no. Tal como ahora se queja Brasil, a Paraguay nunca se le permitió negociar por separado, como sí lo hicieron cada vez que lo quisieron, de una forma o de otra, todos los demás.

En contrapartida, como lo certifican incontables ejemplos, cada vez que Paraguay intentó acceder a los mercados más grandes de sus vecinos encontró trabas y solo pudo hacerlo de manera parcial y concesiva, bajo sus reglas y condicionamientos, a menudo notoriamente contrarios a la letra y al espíritu del Tratado de Asunción.

Asimismo, en otras áreas de extrema importancia para nuestro país, la integración ha sido un fiasco, principalmente en el campo energético. Paraguay es el único país de la región con excedentes de energía limpia y barata, pero está impedido de comercializarlos a precios de mercado, y extraer así los legítimos beneficios del aprovechamiento de sus recursos naturales, por la interpretación abusiva de tratados leoninos firmados bajo dictaduras militares, mientras Brasil y Argentina abiertamente se apropian y lucran con la energía paraguaya.

Todo esto sin considerar que el Mercosur ha sido responsable de una de las mayores humillaciones que ha sufrido el Paraguay en su historia, cuando prepotente e ilegalmente lo apartaron por la aplicación estricta y autónoma de disposiciones previstas en su Constitución en una cuestión de política interna, lo que fue usado como pretexto para el verdadero fin de dejar entrar por la ventana al dictatorial régimen chavista de Venezuela, cínicamente invocando a la democracia.

Si ahora los líderes de la región, con sus modelos agotados y sus economías en crisis crónica, se dan cuenta de que esto no da para más y de que ha llegado el momento de “modernizarse”, y si ello implica mayor apertura y mayor justicia, enhorabuena. La próxima renegociación del Anexo C del Tratado de Itaipú y la pendiente revisión de los términos de Yacyretá son excelentes parámetros para medir las verdaderas intenciones. El que no está cómodo que se retire, dijo el ministro brasileño. Si todo continúa como hasta ahora, ya sabemos lo que tenemos que hacer.