El déficit fiscal impactará en el bolsillo de la gente

Este artículo tiene 4 años de antigüedad

Muchos erróneamente piensan que la delicada condición macroeconómica que atraviesa el país es algo ajeno o demasiado lejano como para afectarles personalmente. Con el presupuesto de 2022 el Estado paraguayo llegará al décimo año consecutivo de déficit fiscal acumulativo, con el agravante de que desde 2019 se saltó por completo el tope de la ley, con una deuda pública que ya supera el 35% del PIB. Hay por lo menos cuatro aspectos en los que esta situación impactará directamente en el bolsillo de los ciudadanos comunes y corrientes, especialmente en el de los más pobres.

El primero es la inflación, que ya este año cerraría en 6,2%, por encima de la meta máxima para 2021 del Banco Central del Paraguay, y que analistas privados estiman que llegaría a los dos dígitos en el corto plazo por primera vez desde 2008, cuando hubo un pico de 10,5%, y después de más de veinte años si se considera la tendencia histórica.

Cuando usted, lectora, lector, va al supermercado o a una tienda y ve que subió el precio de algún producto en particular, es posible que se deba a algún factor coyuntural que afecte solo a ese bien. Pero si observa que muchos precios están subiendo y si eso se refleja en el promedio general, que es la tasa de inflación, ese fenómeno siempre, en todos los casos, tiene un alto componente monetario.

Para que no haya inflación, básicamente el dinero en la economía debe ser igual al producto interno bruto (PIB), que es el valor de todos los bienes y servicios que se producen en un año. Si hay más dinero de lo que se produce, automáticamente la moneda pierde valor en relación con esos bienes y servicios. Con un ejemplo burdo, si se produce una manzana y hay un guaraní en la economía, la manzana costará uno. Pero si hay dos guaraníes, costará dos. El dinero es solo un medio de cambio, no tiene valor en sí mismo, que haya más dinero no significa que haya más riqueza. Es como el aceite de un motor, no tiene que haber ni poco ni demasiado, sino la cantidad justa y necesaria.

El que su dinero le rinda cada vez menos tiene un culpable y es el excesivo gasto público en los últimos diez años en comparación con el PIB, sobre todo desde 2019 en adelante. El mismo se ha incrementado proporcionalmente muy por encima del gasto privado, especialmente en salarios, subsidios y gastos corrientes, que no tienen retorno y son esencialmente improductivos, es decir, generan más demanda que oferta y presionan al alza a los precios.

Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy

Esto perjudica más a los pobres y a las capas medias que a los ricos, por la sencilla razón de que consumen permanentemente todo o casi todo lo que les entra y, por tanto, la tasa de inflación equivale exactamente a la pérdida del valor adquisitivo del total de sus ingresos. Para tener una idea, con una inflación del 10% anual, un trabajador de sueldo mínimo pierde casi 3 millones de guaraníes en un año, más que un aguinaldo completo.

El segundo aspecto que impactará en el bolsillo de la gente es la potencial suba de impuestos para compensar o atenuar el déficit sin tener que recortar los gastos. Aparte de exprimir aun más a los contribuyentes, el problema es que los impuestos de una u otra forma se convierten en costos y se trasladan a los precios, por lo que terminan siendo pagados por el conjunto de los consumidores, hecho que finalmente vuelve a perjudicar más a los más pobres, por el mismo motivo antes mencionado.

Un tercer aspecto es la tasa de interés. Por un lado, el llamado “costo del dinero” indefectiblemente recogerá la expectativa de inflación y se elevará en consecuencia, lo que encarecerá los préstamos y las tarjetas de crédito al público, así como también los bonos internos con los que se financia el propio Estado. Por el otro, el BCP también tendrá que aumentar la remuneración de sus letras de regulación monetaria para contraer el circulante y cumplir su función constitucional, lo que a su vez impactará en el resto del mercado financiero.

El cuarto aspecto está muy relacionado con lo anterior y tiene que ver con una caída del crecimiento económico, lo que afectará a la ciudadanía en términos de reducción de fuentes de trabajo y oportunidades de negocios, con repercusión en los niveles de pobreza. El mayor costo financiero disuade tanto el consumo como la inversión, lo que sin duda golpea la economía real. Adicionalmente, los eventuales recortes en el sector público por lo general no alcanzan a los gastos corrientes y rígidos, sino a las inversiones. Todo esto a la larga también contribuye con la inflación, porque al haber menor producción y crecimiento (menor oferta) y mantenerse el gasto (mayor demanda relativa), suben los precios.

Por lo tanto, el déficit fiscal sí afecta a la gente, basta mirar la experiencia de nuestros vecinos. El país está empezando a sufrir las consecuencias de diez años de despilfarro, y en vez de por lo menos hacer pequeños ajustes ahora, cuando todavía no tienen que ser tan drásticos, se hace exactamente lo contrario, con nuevos aumentos salariales indiscriminados e infinanciables. De algo puede estar seguro y segura, estimado ciudadano, apreciada ciudadana: la cuenta la pagará usted.