Cecilio Báez habría dicho que “en el Paraguay nadie pierde ni gana reputación”. Exageró, sin duda, pero hay fuertes indicios de que hoy nadie se halla tan enlodado como para que los poderosos no se asqueen de ellos al menos en actos públicos, aunque esté procesado por la comisión de graves delitos, probablemente esperando conseguir sus generosos aportes para sí mismos o para sus candidatos electorales. En efecto, como si fuera la cosa más natural del mundo, Horacio Cartes se exhibió, en la campaña electoral para las municipales del 2021, con el diputado Ulises Quintana (ANR, Honor Colorado), acusado de asociación criminal y lavado de dinero proveniente del narcotráfico, y ahora, el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, gozó hace unos días de la compañía del exjefe de la Dirección Nacional de Aeronáutica Civil Édgar Melgarejo y de la del diputado Miguel Cuevas (ANR, Añetete). Hizo de anfitrión el senador Ramón Retamozo, el mecánico que se convirtió en terrateniente tras pasar por la Administración Nacional de Navegación y Puertos, bajo el anterior y el actual Gobierno. Esto, pese a que, a su turno, tanto Cartes como Marito hablaron de “cortarles la mano” a los ladrones, y de que iba a actuar contra la corrupción “caiga quien caiga”, repectivamente.
Melgarejo está acusado de lesión de confianza por haber comprado mascarillas chinas con sobrecosto (“tapabocas de oro”), en el marco de la emergencia sanitaria; Cuevas –exadministrador del puerto franco de Paranaguá (“Allí gané mucha plata”), exgobernador y aspirante a senador– está acusado de enriquecimiento ilícito y declaración falsa. En estos últimos casos, es probable que el jefe de Estado crea que estos personajes aportarían en efectivo y votos para los precandidatos Hugo Velázquez y Juan Manuel Brunetti, también asistentes a la reunión política en la que, por cierto, el dictador Stroessner fue bien recordado. Puede pensarse que el mensaje transmitido al Ministerio Público y al Poder Judicial al aceptar tan repulsivas compañías es que los encausados referidos deben ser tratados con suma indulgencia, porque cuentan con la protección del “Palacio”. Los destinatarios ya habrán tomado nota de la clara insinuación, empezando por los ministros de la Corte Suprema de Justicia que atienden una acción de inconstitucionalidad planteada por Cuevas contra la resolución que elevó su causa a juicio oral: la tradicional sumisión al poder político, que les distingue, induce a temer que los jueces y los agentes fiscales actúen en consecuencia, favoreciendo la impunidad.
El ministro Emilio Fúster, encargado de combatir el contrabando, se excusó de no haber denunciado un caso flagrante, de la siguiente manera: “Es difícil ahora demandar a un funcionario público, si no tenemos ninguna seguridad jurídica de que nuestras acciones serán respaldadas”. En otros términos, puede suponerse que no existe ese respaldo desde las altas esferas para impulsar una causa contra peces gordos y políticos con dinero, de modo que cualquier acción contra ellos es una causa perdida. Melgarejo y Cuevas disfrutan de ese apoyo y pueden confiar en su eficacia, atendiendo el servilismo reinante en el Palacio de Justicia. Resulta que en el Paraguay puede ocurrir que quien arribó al Palacio de López tras atacar la corrupción con todo vigor, llegando incluso a equiparar el Senado con un burdel, escuche unos discursos y comparta un almuerzo con sospechosos de ser exponentes de dicho flagelo y con causas pendientes en la Justicia. Ahora solo falta que estos procesados censuren la corrupción del cartismo, con el aplauso de su generoso protector y, por supuesto, del precandidato presidencial Hugo Velázquez, como si fuesen modelos de honestidad y de respeto a las instituciones.
Aparte de ser honestos, quienes dirigen la Nación tienen que parecerlos; no lo parecen cuando se muestran en tan deplorables compañías, en un encuentro programado. Harían mal en escudarse en la presunción de inocencia que ampararía a sus amigos y correligionarios, pues la dignidad del cargo que ejercen les exige evitar rodearse de ellos, mientras no sean absueltos por un tribunal competente. Todo parece indicar que Melgarejo y Cuevas cayeron en la tentación de valerse del puesto para lograr ingresos adicionales en perjuicio del erario. En vez de “blanquearlos”, el presidente de la República se ensució a sí mismo e incurrió en la ruindad o en la torpeza de hacer saber al Ministerio Público y al Poder Judicial, con toda transparencia, que él vería con buenos ojos que los susodichos sean tratados de la mejor manera.
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Se ataca la independencia de dichos órganos no solo mediante llamadas telefónicas, sino también mediante actuaciones lo bastante diáfanas como para que quien quiera entender las entienda. En fin, en el caso actual, Marito debería tener en cuenta aquello de “dime con quién andas y te diré quién eres”, si no quiere embarrarse más de lo que está.