La seguridad pública está tocando fondo

El asesinato atroz cometido hace unos días en el estacionamiento de un supermercado evidencia que el crimen organizado no se limita al tráfico de drogas o al contrabando en gran escala: también mata a mansalva y en cualquier parte en sus ajustes de cuentas, arriesgando la vida de terceros inocentes. En tanto no se encare la tarea urgente de limpiar las instituciones para enfrentar con éxito al crimen organizado, será ilusorio pretender que el país se libre de las garras mafiosas que lo están sofocando. Mientras los grandes delincuentes están encerrados en prisiones en medio de comodidades y festejando a lo grande sus fiestas de cumpleaños, y desde donde siguen manejando sus negocios, es el ciudadano común el que está encarcelado en sus viviendas enrejadas y con alambres de púas.

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El asesinato atroz cometido hace unos días en el estacionamiento de un supermercado capitalino evidencia, una vez más, que el crimen organizado no se limita al tráfico de drogas o al contrabando en gran escala: también mata a mansalva y en cualquier parte en sus ajustes de cuentas, arriesgando la vida de terceros ajenos a sus actividades delictivas. Su última víctima mortal, Ederson Salinas (“Ryguasu”), fue ligado al Primer Comando da Capital, y presumiblemente con la muerte violenta del periodista brasileño Leo Veras, en febrero de 2020 en Pedro Juan Caballero, así como con el asesinato de Laura Casuso, abogada del narcotraficante Jarvis Chimenes Pavão.

Es llamativo que este sujeto, sobre quien la policía local no encontró indicios para su detención, ya haya sufrido un ataque de unos quince sicarios contra su casa pedrojuanina, y luego a otro contra la boutique de su novia Tatiane Figueiredo. Se lo vinculó también con el tiroteo ocurrido en San Bernardino en enero del año pasado, donde murieron su presunto deudor, Marcos Rojas, y la modelo Cristina “Vita” Aranda. Tras este episodio, el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, afirmó, una vez más, que el crimen organizado ya se había introducido en las instituciones, pero sin hacer absolutamente nada visible para contrarrestar la situación.

Pese a los antecedentes mencionados, se tiene la sensación de que el hoy fallecido gozaba de una suerte de protección policial, a partir de ciertas declaraciones del comisario principal Sergio Insfrán, jefe del Departamento de Lucha contra el Crimen Organizado, quien dijo que “la vez pasada” la PN impidió un posible atentado contra el mismo. Y agregó que, “lastimosamente, el sábado ya no pudimos evitar”, refiriéndose al ataque que sufrió cuando iba a abordar su camioneta blindada, sin chapa.

Así es que, es llamativo que anduviera a sus anchas, hasta el punto de ser liquidado en el predio de un concurrido establecimiento comercial, en un episodio que pudo ocasionar la muerte de personas inocentes. Imagine el lector lo que ha de sentir un cliente que concurra con sus hijos para hacer las compras, y que de repente lluevan balas a su alrededor, con una persona siendo acribillada en el suelo. Es de terror. Las cosas se están yendo demasiado lejos. Ya no se puede estar seguro en ninguna parte.

En las redes sociales se puede conocer la sensación de inseguridad que viene sufriendo la ciudadanía. “El asesinato de Ryguasu Salinas es la muestra del total fracaso de la seguridad nacional y el afianzamiento del crimen organizado... podemos formar la fila del súper, del cine o cenar al lado de un líder narco con orden de captura”, dice un ciudadano. Y agrega: “Lo grave no es solo el daño colateral que podemos recibir con un sicariato que se ha convertido en el pan nuestro de cada día, sino la forma impune en que líderes criminales se mueven de norte a sur y a la vista de un débil sistema de seguridad.” Cuánta verdad encierran estas palabras.

También llama la atención que el Ministerio Público haya sido incapaz, a lo largo de los años, de reunir indicios suficientes para que Ederson Salinas sea procesado y condenado. Al respecto, la Cámara Paraguaya de Supermercados (Capasu) señaló que el hecho en cuestión revela “la impunidad de que gozan las organizaciones criminales”, exigió que las autoridades “dejen de bailar con la corrupción” y alertó de que “estamos tocando fondo.” También, la Cámara de Centros Comerciales del Paraguay reclamó que se actúe con “firmeza, transparencia y honestidad” ante “la penetración del crimen organizado en nuestra sociedad” y que, en especial, las autoridades policiales y judiciales “actúen en consecuencia.” Por su parte, la Unión de Gremios de la Producción (UGP) lamentó la inseguridad reinante y el silencio de autoridades y políticos sobre este nuevo caso de sicariato. Señala el hecho de que, pese a tener antecedentes en Brasil y sufrir atentados en Paraguay, aquí “su ficha policial estaba limpia”.

En tanto la situación no ocasione la conmoción suficiente que mueva a encarar la tarea urgente de limpiar las instituciones para enfrentar con éxito al crimen organizado, será ilusorio pretender que el país se libre de las garras mafiosas que lo están sofocando. Mientras los grandes delincuentes están encerrados en prisiones en medio de comodidades y festejando a lo grande sus fiestas de cumpleaños, y desde donde siguen manejando sus negocios, es el ciudadano común el que está encarcelado en sus viviendas enrejadas y con alambres de púas.

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