Varios lamentables hechos ocurridos tan solo desde el último fin de semana dan cuenta de la tremenda “sensación de inseguridad” reinante en diversos puntos del país: al menos tres maleantes asaltaron en Obligado (Itapúa) un local de venta de armas, llevándose doce escopetas, seis pistolas y un revólver; un niño de doce años fue muerto de un escopetazo en un asentamiento de Tavaí (Caazapá), al intentar defender a su madre de cinco desconocidos que entraron en su casa con pasamontañas; vecinos del barrio asunceno Loma Pytã denunciaron que presuntos drogadictos ingresan en sus domicilios para apropiarse de ropas, focos o garrafas, a cualquier hora del día y aunque estén presentes los moradores.
Siendo candidato presidencial, Santiago Peña minimizó la gravedad de la situación al afirmar que, dejando de lado las zonas fronterizas, “el Paraguay tiene el índice de criminalidad de los países nórdicos: muy bajo”. Felizmente, recapacitó y en su discurso inaugural como jefe del Poder Ejecutivo anunció que su respuesta “inmediata” a la inseguridad será destinar más efectivos a las calles, aumentar el uso de tecnologías, mejorar el entrenamiento policial, “racionalizar” el equipo y gestionar con mayor eficiencia el “talento humano”. Olvidó mencionar la acuciante necesidad de limpiar de bandidos la Policía Nacional (PN), a lo que sí aludió su nuevo comandante, el comisario general Carlos Benítez, al prometer reforzar la dependencia encargada de los “asuntos internos”.
El hecho de que esta labor es imprescindible surge, por si aún haga falta ilustrarlo, de dos hechos ocurridos el último domingo. En uno de ellos, quedaron detenidos cuatro agentes de la PN que en la ruta PY06 habrían despojado de diez mil dólares a otros tantos libaneses, obrando como vulgares asaltantes de caminos, mientras que seis colegas suyos, que hacían labores de inteligencia en Yvy Pytá (Canindeyú), fueron atacados por unos cincuenta criminales, liderados por el prófugo Felipe Acosta (Macho). En este último caso, los uniformados detuvieron una camioneta quizá robada; de ella salió Juan Antonio Villalba (ANR), un edil del citado municipio, que les habría dicho que los comisarios de los alrededores ya habían sido comprados, tras lo cual los agentes policiales fueron rodeados y advertidos de que serían muertos si volvieran a la zona. Uno de ellos resultó herido en el brazo, por orden del cabecilla referido.
Fueron destituidos el jefe policial del departamento, comisario Víctor Tandi, y el de la unidad de los atacados, comisario Reinaldo Delgado, basado en los informes de Asuntos Internos relacionados con la posible vinculación de los efectivos policiales con los delincuentes, según declaraciones del titular de la PN a la prensa.
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Según el comandante Benítez, se busca así recuperar la confianza de la gente de la zona y realizar “tareas más efectivas contra el crimen organizado”. Todo indica, sin embargo, que se trata de una “zona liberada”, en la que el cultivo de la marihuana está muy difundido. Si tantos hombres armados actúan libremente en horas de la siesta es porque se sienten dueños de un territorio donde no impera la fuerza legítima del Estado; si un concejal participa en su apoyo es porque la mafia no solo financia la actividad política, sino que también –probablemente– tiene a sus propios miembros en diversos cargos electivos y no solo en Canindeyú.
En su discurso inaugural, el Presidente de la República dijo que se va a “trabajar duramente para que la política deje de ser una tentación para el crimen organizado”. Habrá que ver qué se le ocurre; por de pronto, hará bien en distanciarse con claridad de todo legislador imputado por lavar dinero de las organizaciones delictivas. Por su parte y con prisa, la PN tendrá que sanearse o ser saneada con intervención del Ministerio Público y de la Justicia, para librar a sus buenos integrantes del serio riesgo de ser confundidos con delincuentes, en virtud de una comprensible generalización: los “polibandis” ya forman parte de la realidad y del castellano paraguayos, de modo que el uniforme policial no garantiza en absoluto la honestidad de quien lo viste; de hecho, la distinción entre los delincuentes y quienes deben combatirlos se ha difuminado en gran medida.
Serían numerosos los agentes de la PN que sueñan con ser trasladados al este de la Región Oriental, con el fin de aumentar notablemente sus ingresos por vías ilícitas. Conviene, pues, que se preste una atención especial a los departamentos allí ubicados, sin olvidar que la inseguridad creciente afecta a todo el Paraguay ni que, al decir del expresidente Mario Abdo Benítez, y otras altas autoridades, el crimen organizado ha penetrado en todas las instituciones.
Tienen muchísimo que hacer el comandante de la PN y el ministro del Interior, Enrique Riera, quien por motivos ignorados no espera durar mucho en el cargo. Los pobladores de este país aguardan resultados que sirvan para preservar su vida, su libertad y sus bienes, antes de que la zozobra de hoy se convierta en el caos de mañana.