HUMAITÁ, Ñeembucú.-Durante la época colonial y en los primeros años de la independencia, esta localidad era uno de los pocos puertos habilitados en el país y su población gozaba de gran bienestar.
Durante el gobierno de Carlos Antonio López se construyó uno de los templos más grandes y bonitos de Sudamérica, en honor de San Carlos de Borromeo.
Pero hoy la realidad es otra. Las ruinas con sus defensas resquebrajadas y a punto de ceder son un síntoma más del estado de abandono al que condenó el Estado a su glorioso territorio.
El templo de San Carlos de Borromeo no es la única ruina del lugar.
Edificios que hablan de épocas pasadas y de su otrora importe comercio, se derrumban lentamente por la desidia e ignorancia de un país con autoridades que no valoran su patrimonio histórico.
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A pesar del esfuerzo de los sufridos vecinos, gran parte de las construcciones se encuentran derruidas.
Madera podrida
Llegar a Humaitá luego de una lluvia es toda una odisea, por el pésimo estado de los caminos. Estos siguen siendo de tierra y con puentes de madera podrida.
Además de ser un freno para el desarrollo de las actividades productivas, impiden el acceso a la educación y la salud. Son incontables las muertes de los ciudadanos de esta parte del país en el intento por llegar a destino.
Los enfermos de gravedad son transportados a caballo, en carretas o cachiveos, por la impracticabilidad de las rutas del Ñeembucú.
La única muestra visible de interés de una autoridad nacional la dio Liz Cramer, cuando era titular de la Secretaría Nacional de Turismo (Senatur), al invertir en la puesta en valor del sector portuario.
Este hecho generó la motivación de los gestores culturales, autoridades y vecinos para perfeccionar el servicio de atención a los turistas.
Con el paso de los años y ante la realidad de abandono, el entusiasmo se fue apagando. y en la actualidad los jóvenes no ven otra alternativa que la migración para ir en busca de progreso y asegurar su futuro y el de sus familias.
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