A BORDO DEL NAVÍO ARY RONGEL, Brasil (AFP). Está cayendo la noche y, bajo un cielo aún claro, imponentes montañas cubiertas de nieve y macizos glaciares azules despuntan en el horizonte, revelando los primeros contornos de la isla Rey Jorge, en el archipiélago de las Shetlands del Sur, donde está ubicada la base brasileña.
“Es una emoción muy grande. El paisaje es fantástico, se respira un aire muy puro, vemos animales diferentes, como pingüinos y focas. Y es fantástico, gratificante. Eso compensa la nostalgia de la familia, y la travesía”, dice el primer sargento Adilson Pinheiro, que lleva 25 años en la Marina.
El barco transporta personal, carga y provisiones para la Estación Comandante Ferraz, que concentra los esfuerzos científicos del Programa Antártico Brasileño.
La base, inaugurada en 1984, está instalada actualmente en módulos de emergencia hasta que el Gobierno construya un nuevo edificio tras un incendio que destruyó totalmente la estación y dejó dos muertos, en febrero de 2012.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
El mar de Drake, con unos 1.000 km2 de extensión, corresponde a tres cuartos del viaje desde la ciudad chilena de Punta Arenas hasta la Antártida.
“La travesía del Drake es temida porque es uno de los peores mares del mundo, si no es el peor. De oeste a este, recibe muchos vientos, muchos frentes fríos, sin barreras físicas para interrumpir las olas que en el verano (como actualmente) pueden llegar a ocho o 10 metros. Pero buenos mares nunca forjaron buenos marineros”, explica el capitán teniente Ricardo Magalhães, de 31 años.
Fue justamente su homónimo, el portugués Fernando de Magallanes, el primero en realizar esta hazaña en 1520, completando la travesía entre el Atlántico y el Pacífico, financiado por la corona española que buscaba una nueva ruta comercial.
Después de muchas noches de mal sueño, comprimidos contra las náuseas y varios objetos quebrados en el vaivén constante del navío, una bandada de petreles del Cabo dan la bienvenida a los boquiabiertos pasajeros del “Ary Rongel”.
El trayecto marítimo desde la Patagonia chilena hasta la Antártida, que lleva cuatro días, revela una naturaleza bella y hostil.
Al inicio, las aguas son tranquilas. El navío pasa por el Estrecho de Magallanes y avanza más al sur por los canales chilenos, un trayecto de unos 600 km que demora 30 horas en ser recorrido.
Este corredor es conocido también como Avenida de los Glaciares (o “ventisqueros”, como prefieren los chilenos), debido a las enormes masas de hielo que, a pesar del derretimiento, aún se acumulan en las montañas en el final de este verano austral.
De allí, el “Ary Rongel” sigue por el pasaje
Richmond hasta llegar al mar de Drake, que marca el encuentro entre los océanos Atlántico y Pacífico.
El día a día a bordo del “Ary Rongel”, cariñosamente apodado “Gigante Rojo” por sus tripulantes, es marcado por la rutina militar. El día comienza al alba, a las 07:00.
Hay 82 tripulantes, todos militares, con funciones diversas, de cocinero a buzo, de piloto a mecánico, de capellán a comandante. El equipo a bordo se completa con 23 civiles –científicos, periodistas– en este barco con capacidad para 105.
