Empezamos con el Domingo de Ramos, la entrada triunfal del Maestro en Jerusalén, donde es aclamado con la expresión “Hosanna, hijo de David”. Sin embargo, esta misma muchedumbre se mostraría como presa fácil en manos de los inescrupulosos dirigentes, que tramaban la muerte del Redentor.
Lunes Santo es normalmente llamado de “Lunes de la Unción” justamente por la unción de los pies de Jesús, que realiza María, hermana de Lázaro. Delante del uso del perfume de mucha calidad, y también de precio, aparece el carácter espantosamente materialista de Judas Iscariote.
Martes Santo es conocido como “Martes de la traición”, cuando el Señor afirma claramente que Judas lo iba a traicionar. Sumamente profunda esta expresión del evangelista: “Judas salió. Ya era de noche”. “Noche”, no tanto en el sentido cronológico, sino noche como tinieblas en el espíritu de quien se decepcionó con Cristo, se dejó llevar por la codicia y cometió un acto inmensamente grave. Es decir, rechazó el perdón de Dios y no buscó la reconciliación.
Miércoles Santo es usualmente designado como “Miércoles de la preparación”, pues el Señor orienta a los apóstoles a que preparen el salón, o sea, el Cenáculo, donde iría a celebrar la Pascua, la cual recordaba la liberación de la esclavitud de Egipto.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
El papa Juan Pablo II preparaba el Triduo santo (jueves, viernes y sábado de gloria) con estas palabras: “Hemos entrado en la semana llamada «santa» porque en ella conmemoramos los acontecimientos centrales de nuestra redención.
El núcleo de esta semana es el Triduo de la pasión y la resurrección del Señor, que, como se lee en el Misal romano, «es el punto culminante de todo el año litúrgico, ya que Jesucristo ha cumplido la obra de la redención de los hombres y de la glorificación perfecta de Dios, principalmente por su misterio pascual, por el cual, muriendo, destruyó nuestra muerte y, resucitando, restauró la vida».
En la historia de la humanidad no ha sucedido nada más significativo y de mayor valor.
El siervo sufriente
Hay cuatro cantos de este personaje, inicialmente anónimo, pero después se entiende que era una profecía sobre la vida de Jesucristo, en su pasión. Todos ellos presentan una profunda riqueza teológica.
Lindo sería en estos tiempos singulares de cuarentena, leerlos detalladamente.
Lunes Santo se lee el primer cántico (Is 42,1-7), Martes Santo, el segundo cántico (Is 49,1-6), Miércoles Santo, el tercer (Is 50,4-9) y, finalmente, el Viernes Santo, el cuarto y más completo (Is 52,13-53,12).
Se trata de un “siervo de Yahvé”, también llamado de Siervo Sufriente, que no tiene reparo de sacrificarse, hasta perder la vida, con tal de llevar a cabo la obra que Dios Padre le encomendó. Evidentemente, un ejemplo para todo el que quiere seguir honestamente a Jesucristo.
Un oído de discípulo
El cántico del Miércoles muestra cómo el Señor va trabajando la persona de su servidor. Digamos así, Dios “activa” todo el cuerpo del siervo, y también la mente.
Le da una lengua de discípulo, para reconfortar al fatigado. Esta dimensión, hablar, toca el desafiante esfuerzo para denunciar la corrupción, las mafias y los traficantes malignos que están en la sociedad.
Despierta su oído, para que escuche como un discípulo. Tema eternamente provocador el “querer escuchar” al Señor, pues no es raro uno tener oídos de mercader.
Asimismo, el profeta habla de que el Siervo ofreció la espalda a los que le golpeaban, así como la mejilla y el rostro. De cierta manera, todo su cuerpo es castigado, manifestando la determinación del Siervo, y también la incomprensible agresividad humana.
No es actitud masoquista del Siervo de Yahvé, sino que el buscar la justicia y construir la auténtica fraternidad encuentra oposición, ya que normalmente los poderosos de turno quieren robar más, acaparar más y no les importan las multitudes desahuciadas del país.
Sin embargo, la escena no termina solamente con el dolor del Siervo, sino que Dios viene en su ayuda, y por ello, él no se queda confundido.
La acción de Dios como que transforma su rostro en pedernal, dando a su colaborador fiel una fuerza insospechada.
El Siervo Sufriente sabe que el Señor está cerca y que hace justicia, de modo que los pérfidos y prepotentes pueden tener una victoria aparente, que es completamente transitoria, porque Dios mismo toma posición a favor de su servidor.
La enseñanza que podemos quitar de este Miércoles es, de un lado, la importancia de prepararnos para participar bien de la Santa Misa, leyendo con anterioridad las lecturas del día, y principalmente, con una vida moralmente elevada.
También el esfuerzo diario para tener oídos de discípulo, que busca escuchar lo que Dios le comunica, y lo pone en práctica con un corazón valiente.
Paz y bien
